Conocí a César Coll Carabias en la cúspide de su éxito político, aquel febrero de 1995 cuando como candidato del PAN derrotó al experimentado priista Ismael Orozco Loreto para convertirse en el primer presidente municipal del PAN en la historia de Guadalajara, luego de que en el proceso interno de su partido se impuso también a otro político de amplia trayectoria como Francisco Ramírez Acuña.
Durante los tres años de su gobierno en la capital tapatía siempre quiso dejar en claro que él era el poder en la segunda ciudad más importante del país, luego de emprender una persecución en contra de algunos periodistas que por años “cubrieron” la fuente del Ayuntamiento de Guadalajara y en contra del priismo que para entonces se encontraba bastante devaluado tras perder por vez primera no sólo el gobierno tapatío y demás alcaldías metropolitanas sino el Ejecutivo estatal mismo y la mayoría en el Congreso del Estado y de las diputaciones federales.
En aquel entonces, desde las páginas del periódico Ocho Columnas lo hicimos trastabillar en dos ocasiones. Primero, cuando publiqué cómo, a pocos días de haber asumido la alcaldía, unidades oficiales de la Dirección de Parques y Jardines acarrearon rollos de pasto a su casa. Las fotografías del bien recordado José Luis Puente dieron fé gráfica de este hecho.
La segunda, cuando en un viaje de vacaciones al extranjero aseguró que los gastos corrían por su cuenta, pero demostramos con copia del cheque emitido por la Tesorería municipal que los había sufragado con recursos del erario público. Al día siguiente que regresó de dicho viaje, públicamente reintegró a las arcas municipales el monto por el que se emitió el cheque.
Eran tiempos de gloria para el neopanismo -más que del panismo- de Jalisco. Neopanismo del que Coll Carabias era uno de sus máximos representantes, luego de que como integrante de la organización identificada de ultraderecha Desarrollo Humano Integral y Acción Ciudadana (DHIAC), había sido también diputado federal en el trienio 1988-1991.
La imagen de ese César Coll, con un dejo de soberbia y altivez, es el que mantuve en mi mente hasta que llegó a la dirección de la Comisión Estatal del Agua, durante el gobierno de Emilio González Márquez, cuando su actitud y conducta era acompañada ya de muestras de humildad, aunque para otros seguía siendo el mismo César Coll de la década de los 90’s.
Nunca me imaginé ver la imagen de Coll Carabias completamente derrotado como la que circuló en la fotografía en la que aparece “fichado” por la Fiscalía General del Estado tras su detención el viernes pasado poco después de las siete de la mañana, acusado de presunto desvío de recursos y aprovechamiento indebido de atribuciones.
Habiendo conocido a aquel César Coll como presidente municipal de Guadalajara, ver esta imagen de su rostro en la ficha de la Fiscalía General fue el tercer impacto fuerte que recibí el viernes anterior luego de saber, primero, que se había emitido orden de aprehensión en su contra y, segundo, que ya había sido aprehendido.
Detención que, no obstante que las autoridades estatales días antes advirtieron que podría actuarse judicialmente en contra de funcionarios de la pasada administración, sorprendió hasta a los propios panistas, pues se esperaba que hubiesen sido otros los detenidos por delitos económicos con un monto más alto que por el que aprehendieron al ex edil panista.
César Coll siempre fue un hombre polémico, tanto por su decir como por su hacer. Es un hombre que no tiene “medias tintas”: o lo quieren o lo odian. Y ambas cosas siempre dependieron de él.
Trascendió que ayer por la tarde-noche podría haber sido puesto en libertad para enfrentar los procesos en su contra en libertad; sin embargo, hasta el momento de escribir estas líneas, en la madrugada de hoy ya con el nuevo horario en vigencia, no había noticias de que hubiese salido libre aún.