Son compadres y tienen la misma aspiración: ser candidatos de sus respectivos partidos a la presidencia municipal de Guadalajara en 2018.
Pero, ¿por qué se pelean Salvador Caro Cabrera, comisario de Guadalajara, y Eduardo Almaguer Ramírez, fiscal general del Estado, si ninguno de los dos tiene asegurada la candidatura en el partido Movimiento Ciudadano y en el Revolucionario Institucional, respectivamente, y sí, en cambio, tienen adversarios internos que les aventajan en su respectiva carrera?
El espectáculo que ambos responsables de la seguridad pública no sólo es ridículo y bochornoso en tanto la responsabilidad que tienen -uno a nivel municipal y el otro en el rango estatal-  ofrecieron el martes anterior es uno más de los muchos que han sostenido y que pone de manifiesto una vez más el craso error de sus jefes de haberles dado esta delicada responsabilidad cuando su naturaleza es la de un político-político que difícilmente cubrirá el perfil de quien tiene carrera en materia de seguridad pública.
Es obvio que al ser políticos-políticos, Caro Cabrera y Almaguer Ramírez politizarán -y politizan- un tema que debe de ser ajeno a las aspiraciones electorales de quienes encabezan las corporaciones de seguridad pública. Y, en este sentido, ni uno ni otro pueden presumir el haber devuelto la tranquilidad y la seguridad a la población que dicen -y tienen obligación de- cuidar y resguardar.
El “rosario” de desencuentros entre estos dos jefes de corporaciones de seguridad, de manera pública y de total confrontación, no tiene antecedente alguno en los gobiernos recientes a partir de que llegó la alternancia política en Jalisco. Quizás lo más cercano a los hechos actuales, pero que se rectificó a tiempo, fue durante los primeros años de gobierno de Alberto Cárdenas Jiménez entre el procurador Jorge López Vergara y el capital Horacio Montenegro, entonces director de Seguridad Pública estatal.
Pero en el caso de Salvador Caro hay antecedentes de enfrentamiento con quien hoy es su compañero de partido, el diputado Macedonio Tamez Guajardo, cuando el primero era regidor del PRI y presidente de la Comisión de Seguridad Pública, y el segundo director de la Policía Municipal de Guadalajara en el gobierno del panista Alfonso Petersen Farah.
Aunque por sentido común y lógica los ciudadanos entendemos y advertimos lo delicado de que dos responsables de la seguridad pública estén enfrentados y ofrezcan pleitos callejeros, son los especialistas en seguridad pública quienes deben valorar y evidenciar los alcances de un conflicto de esta magnitud.
Lo que llama la atención es que no obstante que Caro y Almaguer saben -o deben saber- lo que sus diferencias públicas generan como consecuencia -en contra de los ciudadanos y a favor de la delincuencia que se “regordea” ver cómo estos jefes policiacos se pelean-, no hagan nada por evitarlas y sí, en cambio, no dudan en hacer alarde público de su fuerza como mandamás de la policía tapatía uno y de la corporación estatal el otro.
No quisiera creer que el compadrazgo que los liga los hace cómplices para “montar” espectáculos como los del martes anterior, porque entonces sería mucho más grave si las escenas fueran reales.
Pero sea una cosa u otra, sus respectivos jefes deberían de dejar a un lado la soberbia y entender que situaciones así no le benefician a la ciudadanía ni les ayudan a ellos, y que lo mejor sería dar un paso adelante y retirarlos del cargo para que se dediquen con toda libertad a lo que saben hacer muy bien: política partidista.