Hasta el momento de redactar éstas líneas la tarde-noche de ayer domingo, Enrique Alfaro Ramírez no había presentado públicamente las pruebas de su dicho: de que la persona que lo increpó el sábado en la unidad deportiva “José María Morelos”, en la colonia El Mirador, se le acercó para agredirlo y que fue enviado por el PRI para provocarlo.
Mientras en las calles de Guadalajara la delincuencia anda desatada y ha colocado a la capital y su zona metropolitana entre las más inseguras, los elementos de seguridad pública “combaten” a los “alborotadores” que alteran el orden público y se los llevan detenidos como ocurrió con esta persona que dijo llamarse Jorge Manuel Plazola.
Recurrentes son ya los enfrentamientos verbales que Alfaro Ramírez ha sostenido con vecinos de diversas colonias que visitó y el argumento de defensa ha sido siempre el mismo: son priistas enviados por su partido. Como si en las colonias de Guadalajara no hubiese más que dos grupos políticos de militantes: los del PRI que lo critican y boicotean sus eventos y los de su partido Movimiento Ciudadano que le aplauden y le echan porras.
Quizás el error o “pecado” y quizás hasta “delito” del vecino quejoso fue portar una playera de color rojo.
Pero no hay blanco y negro. O, más bien, no hay sólo rojo (tricolor) y naranja.
Pero la realidad no es así. En cada colonia hay militantes de diversos partidos y ciudadanos sin militancia alguna. Y todos ellos pueden manifestar su conformidad o inconformidad por las acciones de gobierno, ya sea municipal o estatal y hasta federal. Y todos ellos tienen el derecho de manifestarlo como mejor les parezca, en el lugar y en el momento que ellos así lo deseen. Y pueden ser priistas, panistas, perredistas y hasta alfaristas inconformes, incluso.
Ningún gobernante puede ir a visitar colonias y esperar que todo mundo le aplauda y le agradezca las obras realizadas, así estén mal hechas como ya quedó de manifiesto en el barrio de la Capilla de Jesús donde Alfaro le arrebató el micrófono a un vecino que le reclamaba que las obras que estaba por entregar no fueron bien ejecutadas.
Aún quedan varias semanas para que Enrique Alfaro solicite licencia para ser candidato a la gubernatura, y seguramente en sus cada vez más espaciadas visitas a las colonias tapatías podría seguir enfrentando momentos incómodos de reclamo ciudadano. Esto es reflejo de los nuevos tiempos, de esos nuevos tiempos que los propios alfaristas se ufanan de haber generado como forma de gobierno.
Ah, pero si la queja, la protesta, el reclamo es en su contra, entonces detrás de cada inconforme y manifestante está el adversario político, no el ciudadano al que ellos presumen representar.
La apuesta es si en lo que le resta de tiempo al frente del Ayuntamiento de Guadalajara volverá a suscitarse un vergonzoso espectáculo como el que ofreció en la colonia El Mirador o preferirá refugiarse en las cuatro paredes de su oficina en Palacio Municipal escuchando “el canto de las sirenas” y las loas de sus colaboradores.
Al tiempo.