– Es usted un cínico- soltó Lilia Ruiz Chávez, presidente de la asociación civil “22 de abril”, viendo de frente al ex procurador general de la República, Ignacio Morales Lechuga.
– Pues gracias por la palabra, pero no me considero así. Y no vengo ni en un plan de cínico. Leí el libro y por eso le expreso estas palabras-, respondió quien era titular de la PGR cuando ocurrieron las explosiones del 22 de abril, por las que Enrique Dau Flores, a la sazón presidente municipal de Guadalajara, y Aristeo Mejía Durán, entonces director del SIAP, entre otros, fueron detenidos y cumplieron varios meses en la cárcel.
Y es que previamente Morales Lechuga reconoció ante el micrófono y varios centenares de asistentes, de Ruiz Chávez, “su voluntad heróica, permanente de no bajar la guardia ni la bandera hasta esta fecha, y dedicar su vida entera a reclamar y reclamar y reclamar, la atención a las víctimas…”.
Morales Lechuga fue el invitado especial ayer a la presentación del libro Testimonios sobre una herida abierta. Ecos y voces a 25 años de las explosiones del 22 de abril de 1992 en Guadalajara, obra de Jorge Federico Eufracio Jaramillo, y en donde el ex procurador ratificó públicamente lo que en su libro Vientos de cambio -escrito en 1998-, le manifestó a quien era alcalde de Guadalajara el día de la tragedia, Enrique Dau Flores: “que había sido excesiva nuestra acción judicial en contra de su persona”.
Ahí, en el patio del Colegio de Jalisco que sirvió de sede para la presentación de esta obra, estaban sentados estratégicamente en primera fila: Guillermo Cosío Vidaurri, gobernador del Estado que dejó el cargo a raíz de las explosiones, al extremo izquierdo; Enrique Dau Flores, entonces alcalde de Guadalajara, en el extremo derecho; y al centro, representando a los damnificados, Ruiz Chávez.
Ausentes, Aristeo Mejía Durán, hoy nuevamente al frente del SIAPA, y Trinidad López Rivas, entonces también director de Protección Civil y de Bomberos.
Lo que sucedió aquella mañana de miércoles del 22 de abril -luego de explicar técnicamente lo ocurrido tras la fuga de gasolina y su introducción al drenaje- Morales Lechuga lo resumió de la siguiente manera:
“Se trató de una desafortunadísima negligencia de los encargados de Pemex de no estar vigilantes de la situación catódica del ducto (que provocó el famoso “hoyito”) y de una desafortunadísima intervención de los responsables de Protección Civil que llegaron y ordenaron a los bomberos que vaciaran agua en el drenaje, y el agua, como es H2O, lleva oxígeno y eso aumentó el peligro de explosividad en lugar de reducirlo…”.
La explosión, dijo, pudo haber sido provocada por un cerillo, un cigarrillo, una chispa. “Difícil saberlo, pero eso fue lo que sucedió”.
Vino entonces luego la detención de Dau, de Mejía Durán y otros funcionarios más de Pemex.
Luego Morales Lechuga confesó:
“Habíamos cumplido con la ley, pero no con mi conciencia. Porque no me sentía ni me sentí satisfecho. Meses después me enteré de un desestimiento y la finalización del proceso”, en contra de los ex funcionarios jaliscienses. Y agregó:
“Quizás lo mejor hubiersa sido renunciar y dedicarme a atender a las víctimas, pero tal vez en ese momento el apego al derecho y al poder me impidió dar un salto que debí haberlo dado”.
Ya en entrevista posterior con los medios, Ignacio Morales Lechuga dijo:
“Recordar 210 cadáveres y ocho kilómetros de destrucción, no son buenos recuerdos (…), pero en lo personal tenía que venir a darle un abrazo al ingeniero Dau”.
Y el abrazo se fundió al final de su intervención.