Lo que puede ser una muestra de intolerancia de quien gobierna Zapopan – aderezado con el coraje que le provocó la deserción de dos figuras que aportaron su cuota de votos a su favor en 2015-, o un simple problema administrativo el despido masivo de 46 empleados municipales presuntamente por acudir a una reunión partidista en horario de trabajo, en el fondo es una muestra más de los serios conflictos que le están “brotando” al alfarismo en sus dos principales municipios que gobiernan.
Y lo peor es que estos conflictos suceden alternadamente y eso, por supuesto, va menguando la fuerza del Partido Movimiento Ciudadano y de sus candidatos Enrique Alfaro Ramírez a la gubernatura y Jesús Pablo Lemus Navarro que busca reelegirse en la alcaldía ex maicera, aunque por el momento ambos no tienen adversario a la vista que los pongan en aprietos.
Aunque el alcalde zapopano diga lo contrario y asuma una postura de indignación y se “rasgue las vestiduras” en defensa de los habitantes de su municipio, el cese colectivo de simpatizantes del partido lópezobradorista Morena y que sin duda votaron a su favor en las pasadas elecciones, es abierta y claramente un acto de intolerancia política.
Asimismo, por supuesto, que es también un serio problema administrativo porque no se puede aplicar la “guillotina” en contra de empleados municipales -por mucho que fuesen “de confianza” o supernumerarios-, con el simple dicho de que incurrieron en irregularidades al asistir a un evento partidista supuestamente en horario laboral, pues eso debe demostrarse a través de un proceso administrativo que debe abrírsele a cada uno de los acusados. O sea a los 46.
Y es en este renglón donde el gobierno del empresario y ex dirigente del sindicato patronal enfrentará, sin duda, demandas laborales que habrá que ver cómo logra sortearlas, pues los empleados cesados no se quedarán cruzados de brazos ni mucho menos el partido con el que simpatiza.
Por lo pronto los representantes de Morena en Zapopan, encabezados por Gerónimo Velasco, además de acusar al gobierno zapopano -al que califican de “intolerante y represor”- de haberle “perdido la confianza” a esos 46 empleados por el sólo hecho de simpatizar con ese partido y su líder moral, López Obrador, advierten que apoyarán a los despedidos y los asesorarán jurídicamente para que actúen en consecuencia.
O sea que no todo quedará en un “queda despedido, tenga el dinero que le corresponde y adios”, sino que iniciarán todo un proceso jurídico en contra de quienes eran sus patrones.
Pero más allá de todo esto, reitero, lo que se observa en el fondo del pemecismo-alfarista es una crisis política que nadie puede auugurar que pronto será solucionada, pues en menos de dos semanas se presentaron dos hechos con severos daños a la imagen de Alfaro, su partido y sus gobiernos: la “pendejada” (dixit Alfaro) del espot discriminatorio que su equipo subió a las redes sociales en el que se estigmatizaba a un sector de la población tapatía y este despido masivo de “morenistas” que laboraban en el Ayuntamiento zapopano.
¿Quién y cómo dentro del partido alfarista de MC puede contener y lograr revertir los daños y secuelas que estos dos eventos dejarán en el camino de las aspiraciones de su líder moral? ¿Quién puede asegurar que, como ha sido la constante, dentro del alfarismo no volverá a cometer una torpeza con resultados adversos y negativos para quien quiere ser gobernador del Estado? ¿Quién puede garantizar que la intolerancia, la discriminación y la soberbia no volverán a ser las causas de un nuevo conflicto para el alfarismo? Porque éstos han sido los motivos de los últimos conflictos de MC, no sus adversarios políticos.
Así es que sin duda que Enrique Alfaro y su primer círculo de colaboradores tendrán que hacer algo para evitar que el “barco se les haga agua” cuando comience la lucha electoral, que ya es dentro de pocos meses.
Por lo pronto, no pueden cantar victoria al creer que la “pendejada” del espot anti-atlista y el despido de empleados municipales simpatizantes de Morena, ya quedaron “enterrados” gracias a conflictos como el del Cesjal o a hechos como los “fiestones” en el penal de Puente Grande.
Y si no, al tiempo.