Un fantasma recorre el mundo de la política dentro del PRI y la Universidad de Guadalajara: es el fantasma de Enrique Alfaro.
Desde el pleito político originado hace tres años, cuando Enrique Alfaro Ramírez -entonces electo alcalde de Tlajomulco por el PRD- rompió los acuerdos con el grupo político de la Universidad de Guadalajara, y luego del susto que éste le sacó al PRI en la elección de gobernador el pasado primero de julio, Alfaro se ha convertido en una especie de fantasma omnipresente en todas las pláticas y en muchas de las decisiones de los dirigentes priistas y universitarios.
Enrique Alfaro ha hecho mucho con poco: desde la débil posición de alcalde de Tlajomulco y desde la humilde candidatura a gobernador por el partido Movimiento Ciudadano, el político que ya ha pasado por el PRI, el PRD y el MC ha logrado convertirse en un referente político obligado en el estado, y en una enorme piedra en el zapato para los grupos de Aristóteles Sandoval y Raúl Padilla.
Sin una estrategia definida y eficiente para enfrentarlo, los priistas y los padillistas definen sus estrategias, toman decisiones y enfrentan su futuro siempre en base a los movimientos de Enrique Alfaro, o con el temor de cuál será la reacción alfarista.
Así, gracias a sus habilidades políticas y mediáticas, Enrique Alfaro, con poco, mantiene asustados y arrinconados a quienes tienen mucho más poder que él.
Esta realidad demuestra que no se trata únicamente de tener el poder, sino de qué se hace con él.