Los múltiples problemas que padece la administración municipal de Guadalajara tienen un origen común: la vieja cultura política priista, que es incapaz de entender que la sociedad ya cambió.
El alcalde Ramiro Hernández Garcia y la mayoría de los integrantes de su equipo de gobierno fueron formados en esa vieja cultura política, en los tiempos aquellos en los que el PRI gobernaba, casi sin contrapesos, antes de 1995.
Esa es la cultura que precisamente fue derrotada hace 18 años, porque la sociedad -¡desde entonces!- ya rechazaba esa forma de hacer la política y el gobierno.
En esa forma anquilosada de pensar, los políticos priistas de viejo cuño consideraban que gobernar era muy sencillo, pues solamente había que atender ciertas reglas:
1. Mantener a la oposición tranquila y, de preferencia, comprada,
2. Tener a los medios de comunicación tradicionales a modo, mediante los millonarios contratos anuales de publicidad,
3. Mantener la disciplina de todos los funcionarios y cuadros políticos priistas,
4. Tener tranquila a la sociedad con obras y programas sociales, y
5. “El jefe no se equivoca”, por lo tanto no son bienvenidas la crítica ni la autocrítica.
El problema para este tipo de políticos del PRI, es que los 18 años que estuvieron en la oposición no fueron aprovechados para hacer un autoanálisis, ni un diagnóstico real de la sociedad, ni -por tanto- un actualización de sus formas de pensar y hacer la política.
Pero, para mala noticia de políticos como Ramiro Hernández y colaboradores que lo acompañan en su intento de gobernar Guadalajara, ellos no cambiaron, pero la sociedad tapatía sí cambió, y mucho, y ahora rechaza con más ganas esas viejas formas de hacer la política. Mucho más que lo que hicieron las generaciones anteriores en 1995.
Esto explica la desesperación y la impotencia que demuestran ante la realidad tapatía Ramiro Hernández y su círculo cercano en el gobierno tapatío.
Por eso Ramiro Hernández y su equipo no entienden que ahora la oposición es combativa y más independiente, que la sociedad es más exigente y respondona, que la gente quiere soluciones rápidas, que los ciudadanos quieren acciones y no excusas, que los propios priistas ya no son tan disciplinados como antes, que los medios de comunicación tradicionales ahora toman el cheque con una mano y pegan con la otra, que los medios de comunicación tradicionales ya no son los únicos que marcan la agenda ni la opinión pública, que los contrapesos al poder se han multiplicado y complicado.
Así, la crisis política que vive el PRI-Gobierno en Guadalajara no es un asunto menor ni fácil de resolver: porque la vieja cultura política priista, que por décadas han ejercido Ramiro Hernández y su grupo político, simple y sencillamente no corresponde con la que exige la sociedad tapatía del siglo 21.