Ahora que el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana dio “luz verde” a 15 aspirantes a ser candidatos independientes a un cargo de elección popular, tras reunir los requisitos de la primera etapa, me vienen a la mente las declaraciones que Enrique Alfaro Ramírez expresó en el programa de televisión “Palabras Mayores”, y que publicamos en este espacio el 19 de abril de 2013:
“En lo particular no creo en los partidos políticos, sigo sin creer en ellos. Me parece que los partidos políticos no representan a una sociedad cada vez más compleja, más heterogenea…”.
Sin embargo, segundos después presumió que ya tenía su propio partido político. Dijo:
“Hoy tenemos un partido político. Sé que si soy candidato a algo en el 2015 voy a ser candidato por Movimiento Ciudadano”. Y confió: “Ahora las cosas van a cambiar de fondo porque, aparte de que ya tenemos un partido, y eso cambia todo, tenemos dos años y medio de tiempo, y queremos que Movimiento Ciudadano se convierta en un partido vehículo ligero, de poca burocracia”.
Al cuestionarle de si no cree en los partidos políticos, por qué si creer en el Partido Movimiento Ciudadano, respondió de la siguiente manera:
“Sabemos que tenemos que usar un partido político para competir. Mientras no existan las candidaturas ciudadanas, no queda otra opción…”.
Tres meses después, cuando el Congreso del Estado aprobó las candidaturas independientes y sólo restaba cumplir con el trámite de ser aprobadas por la mitad más uno de los Cabildos, Alfaro Ramírez reculó a aquello que nos dijo en abril anterior y a mediados de julio declaró al periódico “Mural”:
“Me encantaría ser candidato independiente, pero no le vamos a dar ventaja a los partidos políticos. Si ser candidato independiente implica una condición de inequidad como la que ya vimos hace un año en la pasada elección, nosotros aprovecharíamos la infraestructura que hemos construido a través de (su Partido) Movimiento Ciudadano…”.
Llama la atención que un político profesional, que ha desfilado ya por varios partidos políticos como militante y candidato (PRI, PRD, PMC y PT), que ha ocupado varios cargos como diputado, regidor y presidente municipal, y que pese a ello diga no creer en los partidos políticos, no haya querido ser congruente en sus dichos con sus hechos y haya buscado ser candidato independiente ahora que vemos cómo 15 ciudadanos lograron sortear la primera aduana y obtener la aprobación del IEPC para sumar a su favor el dos por ciento del padrón electoral del terreno por el que pretenden contender.
Enrique Alfaro, sin ningún problema, podría haber estado en la misma condición que hoy está el payaso “Lagrimita”: aprobado para recabar alrededor de 26 mil firmas para ser candidato ciudadano a la alcaldía de Guadalajara, que seguro obtendría con “la mano en la cintura” cuando en 2012, como candidato a gobernador, logró a su favor 307 mil 175 votos en los cinco distritos (8, 11, 12, 13 y 14) que ganó en Guadalajara.
Pero no. Un político profesional, convertido en un “fenómeno” electoral, tuvo miedo de enfrentar uno de sus mayores retos: ganar una elección como candidato independiente, demostrar que se puede y, lo más importante, saber ser congruente entre el decir y el hacer. Como político profesional, formado políticamente en los partidos políticos que ahora dice aborrecer, Enrique Alfaro no se atrevió a  hacer lo que sí hicieron un payaso, como “Lagrimita”, y un joven estudiante de Ciencias Políticas como Pedro Kumamoto.
Esa es la diferencia: Que “Lagrimita” es un payaso; Kumamoto un joven soñador; y Alfaro… un político profesional. Como todos.