Más allá de la manifestación en su contra para exigir su salida ayer, Salvador Caro Cabrera debe pensar ya en renunciar como comisario de Guadalajara.
Hacerlo no es darle la razón a sus detractores ni a los de su jefe, el alcalde Enrique Alfaro Ramírez. No es ceder a la presión de sus adversarios. No es “doblarse” ni mostrarse débil ante los delincuentes. Es simplemente aceptar una realidad: la inseguridad pública lo rebasó.
Las condiciones de los dos elementos de seguridad que fueron abatidos al acudir a un llamado de emergencia sin estrategia alguna y a merced de su victimario, parece ser “la gota que derramó el vaso”.
El video de la desgracia es categórico: los uniformados llegaron como quien ingresa a un Oxxo a comprar un refresco. Hasta el paso le ceden a su asesino.
Y por si eso fuera poco -que no lo es, por supuesto-, ayer un delincuente le robó su radio a un oficial.
Caro Cabrera no puede convertirse en el “Ruiz Esparza” de Jalisco -quien carga con la muerte de dos personas en el socavón de la carretera a Cuernavaca-, y aferrarse a un cargo al que no debió llegar porque ese no era su proyecto, su meta, su aspiración ni su destino. Como tampoco lo era de su jefe.
La realidad que Salvador Caro debe aceptar -y quien lo puso en el cargo también- está en los resultados negativos que sobre la seguridad pública en la zona metropolitana, pero en Guadalajara en lo particular, han hecho públicos el organismo “Jalisco Cómo Vamos”, el programa “¿Que has hecho Alcalde?”, el INEGI, el Sistema Nacional de Seguridad Pública y la Cámara de Comercio de Guadalajara más recientemente.
De acuerdo al INEGI, 68 de cada 100 tapatíos se sienten inseguros en las calles de Guadalajara, mientras la CANACO se quejó frente al propio presidente municipal que el 25% de sus empresas han sufrido algún incidente delictivo en su círculo familiar o de negocios, siendo los más comunes los robos y asaltos en la vía pública.
En su edición de ayer, El Diario NTR Guadalajara nos dió cuenta de que según la base de datos del sitio web de la Fiscalía General del Estado el Centro Histórico de Guadalajara ocupa el primer lugar de hechos delictivos en la capital, seguido de colonias que aparentemente son las más inseguras como Oblatos y Santa Tere, que ocupan el segundo y tercer lugar, con 548, 257 y 211 hechos delictivos, respectivamente, reportados en el primer semestre de éste año.
Y el muestrario de delitos en la zona Centro de la capital es de los más variado: daños a las cosas, robos a negocios, fraudes, robos a personas, narcomenudeo, robos a cuentahabientes, de autopartes y hasta de identidades, así como lesiones y homicidios dolosos.
Esta es la realidad que rebasa a Salvador Caro y a sus propios detractores y adversarios, y que su jefe Alfaro Ramírez debe de aceptar, reconocer y obligarlo a actuar en consecuencia, más allá también de estar en vísperas de someterse al ejercicio ciudadano de ratificación de mandato.
Caro y Alfaro deben aceptar que fracasaron en otorgar seguridad pública a los tapatíos. No actuar y tomar las decisiones obligadas, harán que el alcalde llegue con el sello del fracaso en seguridad pública a ese engañosa consulta a sus gobernados sobre si quieren que continúe o no en el cargo.
Salvador Caro llegó a ser Comisario de Guadalajara por accidente y fue sostenido ahí más por un capricho que por sus buenos resultados. Hoy es tiempo de corregir el error. Caro Cabrera puede -y debe- regresar a retomar su cargo como diputado al Congreso del Estado, que era su destino original, y proseguir ahí su carrera política que puede ser tan promisoria y exitosa como él mismo lo decida.
Su orgullo y el de su jefe no debe de estar por encima de la realidad. Y reitero: la realidad es contundente y registra un fracaso en la importante tarea que le fue encomendada: la seguridad pública de los tapatíos.
Los número son fríos y los números hablan. Contra eso, ningún capricho ni mucho menos una tozudes pueden imponerse.
Y si no, al tiempo.