Ya sabemos que los delincuentes se las ingenian para cometer sus fechorías a pesar de que se “endurezcan” las leyes en su contra. Finalmente son delincuentes y ello implica arriesgarlo todo, desde la libertad hasta la vida misma.
Pero no quiero hablar de aquellos delincuentes que se juegan la vida en cada una de sus acciones, de aquellos que por 7 mil 500 pesos son capaces de arrebatarle la vida a cualquier persona, por muy encumbrada que sea. No. Me refiero al llamado delincuente común, aquel que lo mismo arrebata el bolso a una mujer en la calle que asalta un comercio para llevarse los pesos, cientos o miles, que pueda encontrar en la caja; lo mismo que aquel que roba autopartes o que asalta a transeúntes, llevándose desde la cartera hasta un simple celular.
Me refiero al delicuente aquel contra el que la Policía Preventiva debe cuidarnos a todos y cada uno de los ciudadanos que deambulamos por estas calles y avenidas de la zona metropolitana de Guadalajara.
Al delincuente que advirtió ya en Guadalajara que cometer sus fechorías es tan fácil y sin mayor riesgo como quitarle el dulce a un niño, a sabiendas de la incapacidad de la autoridad de seguridad para combatirlo; a sabiendas de que puede cometer cualquier delito -hasta en una de esas quitarle la vida a su víctima-, sin que se le aparezca uniformado alguno.
Al delincuente aquel que hoy recorre las calles en busca de sus víctimas a bordo de una motocicleta o una bicicleta, sabedor de que difícilmente será aprehendido y que muy fácilmente se puede perder entre el río de automóviles en cualquier calle o avenida.
Lo sucedido a la persona que fue asaltada y golpeada en una de las avenidas más concurridas de Guadalajara -Américas- y a plena luz del día, luego de haber retirado más de cien mil pesos de una sucursal bancaria y cuya imagen quedó registrada en un video que circuló rápidamente por las redes sociales; o el caso similar de ayer en Talpita, donde sucedió algo similar y que si bien en éste caso se detuvo a uno de los agresores, finalmente en ambos sucesos los malechores cumplieron su cometido y escaparon con el dinero de sus víctimas.
Y como éstos dos hechos, muchos más que no son registrados por cámara alguna.
Ante estos hechos publicitados y muchos otros más que quedan en el anonimato, pero que se suman a las estadísticas que dan cuenta de la inseguridad pública en Guadalajara, nos preguntamos: ¿Qué sucede con la Policía tapatía? ¿Dónde está su efectividad para el combate a la delincuencia? ¿Dónde está la estrategia policiaca para el patrullaje de las calles y avenidas de la ciudad, que nos garantice el caminar con seguridad por la vía pública?
Vamos, ¿dónde está el mando policiaco tapatío, Carlos Mercado?… Ofreciendo ruedas de prensa.
Ya es tiempo que el alcalde Ramiro Hernández García analice la actuación y los resultados de quien es encargado de la seguridad pública en la capital y actúe en consecuencia, más allá de la ingenuidad de quienes salen de una sucursal bancaria con miles de pesos en los bolsillos o de la complicidad que pueda haber entre la delincuencia y algunos empleados bancarios.
Si mal no recuerdo, por menos el edil zapopano Héctor Robles reveló a su jefe policiaco, el académico David Mora, por un elemento con perfil policiaco y la percepción de la inseguridad en la ex Villa Maicera se ha modificado favorablemente.
Creo que ya es conveniente  y necesario que Ramiro Hernández analice la posibilidad de seguir los pasos de Robles Peiro y reconozca que el perfil de su jefe policiaco no es el adecuado ante el perfil de la delincuencia tapatía.