Afirmar que hay democracia en los partidos políticos es tanto como asegurar que no hay corrupción en la administración pública.

Ah, eso sí, para matizar la antidemocracia los partidos políticos integran en sus documentos básicos la figura de la designación directa (vulgarmente conocida como “dedazo”) como uno de sus métodos de elección de candidatos. El PRI lo tiene registrado desde hace muchos años, el PAN hace poco la adoptó.
En este marco es que se ubican las candidaturas de Alberto Cárdenas Jiménez y Ramiro Hernández García a la presidencia municipal de Guadalajara en sus respectivos partidos, Acción Nacional y el Revolucionario Institucional, por lo que nadie puede darse “baños de pureza”.
Enumeremos algunos puntos que confirman la similitud en las candidaturas de Ramiro y Alberto:

  • Ni Cárdenas Jiménez ni Hernández García tenían en su mente como siguiente proyecto político ser candidatos a la alcaldía de Guadalajara.
  • Ambos enfrentaron un accidentado camino al interior de sus partidos para lograr la candidatura.
  • Los dos buscaron la forma más fácil de llegar a la candidatura: Alberto queriendo ser candidato único, previa “bajada” de otros aspirantes; Ramiro, previa declinación de quienes ya habían levantado la mano.
  • Sus candidaturas fueron precedidas de negociaciones con la intervención de sus respectivas dirigencias, a fin de permitir su llegada de manera lo más tersa posible.
  • Los dos enfrentaron resistencias de sus correligionarios a dejarles el camino libre fácilmente.
  • Por la falta de un acuerdo con los grupos panistas para llegar como candidato único, como era su deseo, Cárdenas se ve obligado a entrar a una contienda ante otros dos aspirantes.
  • Por la falta de un acuerdo entre priistas de su propio grupo político para ser candidato único a Guadalajara en un primer intento, Ramiro se ve obligado a entrar a un proceso de desgaste enmedio de rumores y versiones respecto a si lograba o no la candidatura.
  • Alberto Cárdenas logra la candidatura gracias a una negociación entre el equipo que lo impulsaba y parte del grupo que promovía a su adversario Miguel Zárate, que se tradujo en votos a su favor que presuntamente estaban comprometidos para Zárate, lo que fue calificado como traición por los propios panistas.
  • Ramiro Hernández logra la candidatura gracias a una negociación entre la cúpula nacional de su partido y las dos aspirantes que se habían registrado, Rocío Corona y Elisa Ayón.

Así, pues, ni la candidatura de Alberto Cárdenas ni la de Ramiro Hernández fue inmaculada y mucho menos democráticamente pura.
Que nadie presuma lo contrario ni se asuste de estas prácticas comunes para sacar candidatos que, la verdad, poco o nada le importan a la ciudadanía.