Sin duda que los últimos episodios que nos ha regalado Elisa Ayón Hernández a raíz de que fue difundida una grabación en la que se le escucha emitir un lenguaje bastante “florido” al dirigirse al personal de la Dirección de Panteones de Guadalajara y conminarlo a “agarrar” y “repartir”, ha dado bastante material, razón y motivo para confirmar que la política es divertida.
Sin embargo, ya en el plano serio y ante lo acontecido alrededor de la regidora priista con licencia nos lleva a preguntarnos: ¿A qué juega Elisa Ayón…?. Y agregaríamos: ¿A qué se atiene?
Elisa Ayón carga con un desprestigio público que la acompañará por el resto de sus días. Su carrera como política y en la política está acabada. Carrera en la que por cierto nunca sobresalió ni fue considerada entre las maravillas de la clase política jalisciense. Su ascenso en este terreno fue más motivado por la forma en que se manejan las cosas al interior del PRI: “padrinazgos”, “amiguismos”, cuotas de género…
Elisa Ayón, como regidora, como diputada, como dirigente del sector popular del PRI, nunca hizo nada como para ser recordada como una pieza importante y fundamental del priismo jalisciense. Tuvo que pasar lo que pasó con el tema de los panteones para que, ahora sí, Ayón Hernández pase a los anales de la historia del Revolucionario Institucional en Jalisco… como lo que o debe ser una política.
O como el mejor ejemplo de lo que fue el PRI en sus años dorados…
Tras el escandaloso encuentro con el personal de panteones, a Elisa Ayón se le instó a solicitar licencia como regidora en el Ayuntamiento de Guadalajara y luego se le destituyó como secretaria general del PRI en Guadalajara. Dos medidas obligadas por su resistencia a reconocer el tamaño de su actuación que se hizo pública a través de una grabación.
Herida en su orgullo, ignoró lo que sabe o debió saber muy bien como priista de viejo cuño: entender y acatar las reglas no escritas del PRI. Debió de haberse disciplinado a la decisión de su partido, independientemente de la opinión que tiene de su dirigente estatal, y a la voluntad del primer priista del estado, el gobernador Jorge Aristóteles Sandoval: irse para no volver; refugiarse en el ostracismo al que sabe son enviados los priistas que se equivocan y a los que se considera que con ello es más que suficiente el castigo que habrán de pagar.
Pero no. Se rebeló y pretendió retar no sólo a su partido sino al propio Ejecutivo estatal y a su jefe inmediato, el Alcalde tapatío. Pretendió volver a asumir la regiduría por la fuerza, sin la anuencia ni de su partido ni del presidente municipal y ni del gobernador. Su afrenta le valió ser llamada a declarar ante la Fiscalía Central y dejar abierta denuncias penales en su contra.
Como abierta está su segura expulsión del PRI y, al parecer, la inminente procedencia de juicio político en su contra en el Congreso del Estado.
Pero a algo se atiene Elisa Ayón que se atrevió a amenzar con hacer diez denuncias por cada canallada en su contra. Pero de nada le valió más que para ser motivo de burla. Y denunció una serie de irregularidades o ilícitos en panteones que según la autoridad municipal se están investigando, pero que no le sirvió para reivindicarse ante la sociedad.
Ahora pretendió, y logró momentáneamente, “asaltar” por sorpresa su oficina en el Ayuntamiento tapatío. Forcejeó con policías, rompió un vidrio de la puerta y logró entrar. Lo único que logró con ello fue que la sociedad volviera hacer escarnio de ella y seguramente a que se aceleraran los procesos penal, político y jurídico que hay en su contra.
Por supuesto que no volveremos a ver a Elisa como regidora. Y quizás se es demasiado benevolente con ella, buscándole una sanción política antes que penal, con la esperanza de que recapacite y se haga a un lado por voluntad propio.
Sin embargo, ella parece no estar dispuesta a hacerlo. Por eso nos preguntamos: ¿A qué juega Elisa Ayón…?