No hay duda que en los priistas cabe muy bien aquello -parafraseo en plural- de: “genios y figuras… hasta la sepultura”.
Y es que ayer que estuvo de visita su dirigente nacional, Enrique Ochoa Reza, no pude evitar recordar aquella frase que alguna vez expresó don “Chema” Sotelo, al decir que si a los priistas les ponían como candidato un olote… ¡por un olote votaban!
¿O cómo explicar esa euforia, esa algarabía, desatada entre la militancia por un priista que apenas va a cumplir tres meses como su presidente -el próximo día 12-,  que no tiene trabajo partidista alguno en el país y mucho menos en Jalisco, y al que no conocían si no era porque fue director general de la Comisión Federal de Electricidad desde el inicio de la actual administración federal?
¿Cómo un hombre sin arraigo en el PRI, sin antecedentes de haber ocupado algún cargo público, puede despertar tal euforia en una militancia que, insisto, antes del 2012 -apenas hace cuatro años-, ignoraba que existía?
Y no me extraña porque la imagen que se vio ayer en la sede estatal del PRI, allá en el 222 de la Calzada del Campesino, se observó también cuando Humberto Moreira hizo su primera visita a Jalisco como dirigente nacional del partido, cuando todo mundo quería tomarse una fotografía con él y que seguramente luego rompieron o escondieron cuando fue detenido en España, aunque posteriormente dejado en libertad, y cuando simplemente ya quedó con el sello de “apestado” para la ciudadania.
Quizás esta euforia no nos extrañe verla en torno a un hombre como Manlio Fabio Beltrones, por ejemplo, que tiene una larga carrera partidista y en cargos públicos de elección popular, además de que su nombre se ha visto involucrado en varios escándalos en medios de comuniación, algunos cierto y muchos más ficticios.
¿Que ésto sucede también en otros partidos políticos? ¡Sin duda! Pero en ninguno con el sabor único que le ponen los priistas. Estos encuentros son verdaderas fiestas, aunque venidas a menos ante la ausencia de “la tambora” y las “matracas”, pero que siguen siendo un muestrario de la creatividad oral de los militantes ante las ocurrentes porras que le lanzan a su respectivo dirigente. La frase siempre es la misma, pero sólo le cambian el nombre o el apellido, según de quien se trate.
Eso está bien y debe de respetarse suceda en el partido que suceda.
Lo que debe de despertar o aumentar más la preocupación de la dirigencia nacional y de la estatal, es el hecho de que haya bastado el patio de la sede del partido para dar cabida a la militancia. ¿O cómo se hizo la selección de invitados y por qué? ¿Por qué no abrir el encuentro del dirigente priista con todos los militantes que quisieran escucharlo y estrechar su mano?.
¿O será que aquellos priistas ausentes son los que ven ausente a su dirigencia nacional? ¿Son aquellos que no advierten una identificación con su nuevo presidente porque simplemente no les dice nada ni los motiva algo?
Ahí es donde debe de estar la atención de la dirigencia del PRI. Porque no pueden argumentar que fue un encuentro entre el dirigente Ochoa Reza y los militantes de la zona metropolitana… mucho menos del estado. Y si la que asistió al encuentro fue la militancia de la metrópoli, entonces que se enciendan las luces rojas.
Y mire que le doy la razón a aquellos priistas que no se identifican con su dirigente nacional, porque al conocer el discurso y las respuestas que dio a los reporteros -cuyas preguntas tampoco se caracterizaron por trascendentes-, concluyo que el mensaje profundo, de fondo, que cimbrara el interior de cada priista en Jalisco, brillo por su ausencia.
Así, pues, el priismo sigue de “capa caída” y apostándole al desgaste de sus adversarios, principalmente los del partido alfarista de Movimiento Ciudadano. Y así, la verdad, no suman nada.
Y luego de lo sucedido queda una pregunta en el aire: ¿A qué vino Enrique Ochoa Reza a Jalisco?