Las escenas del sábado por la tarde afuera de Casa Jalisco, donde un grupo de mujeres se manifestó e hizo vigilia por la muerte de la joven Vanesa Gaytán a manos de su marido, precisamente afuera de la casa de gobierno, en Manuel Acuña y Montreal, hablan por sí solas:

Un Enrique Alfaro Ramírez molesto, oyendo pero no escuchando, haciendo esfuerzos por no estallar ante el reclamo de las mujeres, advirtiendo que no salía a pelear, y cuyo rictus demuestra que no disfruta para nada ser el Gobernador de Jalisco.

Un Enrique Ibarra Pedroza, secretario general de Gobierno, sin argumentos, sin discurso, sin elementos para calmar la ira de las indignadas mujeres; rehén verbal de las damas presentes porque pocas palabras lograba soltar ante le reclamo y los cuestionamientos insistentes de sus interlocutoras. Cuidadoso de las formas para no exacerbar más el clima de enojo que reinaba afuera de la residencia oficial del Gobernador.

Un Gerardo Octavio Solís Gómez, fiscal del Estado, testigo mudo de la indignación femenina, del enojo de las mujeres manifestantes que les echaban en cara su falta de acciones y medidas para proteger la seguridad y vida de quienes viven amenazadas. Nada logró decir. Estuvo, pero como si no hubiese estado.

Y una Fela Pelayo, secretaria de Igualdad, apanicada, congelada ante los hechos, sin poder balbucear ni una palabra; en ocasiones agazapada lejos de la escena principal, perdida entre las manifestantes para que su figura no resaltara. El temor, el miedo, se reflejaba en sus ojos, en su rostro. No supo estar a la altura de la situación y quedó de manifiesto que nunca será la interlocutora del gobierno alfarista con las mujeres de la zona metropolitanara, con los colectivos.

El sábado por la tarde afuera de Casa Jalisco quedó claro que la figura del gobernador Enrique Alfaro no genera esperanza en un importante sector de las mujeres jaliscienses, curiosamente aquellas que fueron sus aliadas cuando actuaba desde la oposición aún siendo gobierno municipal, cuando la “luna de miel” con un amplio sector de la población permitía que le perdonaran todo, que las acusaciones en su contra le hicieran lo que “el viento a Juárez”, aún y cuando hubiera mucho de verdad en esas denuncias en su contra, pero no lograban permear en la sociedad.

Hoy su realidad es otra. Hoy es gobierno y la sociedad ya no se traga aquello de echarle la culpa a los de atrás, a los de antes, menos cuando han corrido ya cinco meses de su gobierno y todo el tiempo se ha ido en pleitos, discusiones, enfrentamientos, descalificaciones y tratando de convencer que no es igual a los demás, aún y cuando se incurra en actos similares que son denunciados y que terminan en investigación por parte de la Contraloría y la Fiscalía Anticorrupción.

Hoy nadie sale a defender a Enrique Alfaro, el gobernador. Sus aliados hoy alcaldes se mantienen en silencio, no hacen declaraciones ni sueltan argumentos a favor de su jefe en las redes sociales, se esconden, desaparecen, dicen estar dedicados y atendiendo lo suyo. Buscan sutilmente deslindarse de quien hoy está en desgracia.

Sus aliados legisladores -senadores y diputados federales y locales- hacen mutis. Tampoco hacen acto de presencia ante los medios de comunicación y mucho menos en las redes sociales para salir en defensa de su jefe y amigo. Lo dejan solo. Ellos se repliegan porque no saben qué hacer o porque reconocen que lo hecho o no hecho está mal y no se atreven a tratar de defender lo indefendible.

Su partido, Movimiento Ciudadano a nivel nacional y estatal, simplemente es un mero membrete, o en el primer caso considera que es más importante atender la elección por la gubernatura de Puebla que respaldar a su gobernador de Jalisco, mientras que en el segundo caso no es más que una oficina extensión del Ejecutivo, donde nada se mueve sin su voluntad.

Y en este terrenjo, abriendo un paréntesis, enfrenta la denuncia y acusación de que desde Jalisco financia la campaña “negra” en contra del candidato de Morena, Miguel Barbosa, para favorecer a su candidato Enrique Cárdenas, que también lo es del PAN y otros partidos.

A todo lo anterior sumémosle las ejecuciones que todos los días suceden en las calles de la zona metropolitana de Jalisco. Nada menos seis muertos en un solo evento, asesinados en plena calle mientras bebían.

Y frente a este escenario, tenemos a un gobierno inundando las redes sociales y derrochando los recursos públicos con pautas -publicidad- donde el gobernador habla de temas por demás intrascendentes como un Día Internacional de la Danza o una Copa de Oro, de futbol. ¿Dónde está la cabeza del Gobernador o por qué ese daño le hacen los encargados de su comunicación?

¿Dónde está, pues, el gobierno ciudadano que tantas esperanzas despertó en 2012, luego en 2015 y aún en 2018? ¿Dónde está la figura política de quien se pronosticó tenía un gran futuro y podía mirar, incluso, hacia Palacio Nacional para el 2024?

Han corrido cinco meses y el gobierno ciudadano, aquel gobierno de la esperanza, está hundido sin saber qué hacer ni cómo reaccionar. Ojalá y todo esto se componga, porque por el bien del Estado a nadie le conviene la descomposición del que comienza a ser preso. A nadie.