¿Nadie debe escandalizarse porque un candidato a gobernar Jalisco y un integrante del organismo electoral que calificará, precisamente, esa elección estatal son socios en una empresa desde hace cinco años?
¿A nadie debe extrañarle que dos importantes protagonistas del próximo proceso electoral -en posiciones encontradas- compartan pérdidas y ganancias económicas de una empresa de la que ambos son socios?
¿Por qué “poner el grito en el cielo” si en sus respectivas declaraciones patrimoniales revelaron ser socios de esa empresa, aunque nunca se conoció públicamente que ambos eran socios en la misma empresa?
¿Exageran quienes cuestionan cómo es posible que un entonces Diputado del Partido de la Revolución Democrática -representante de la izquierda- se haya asociado en 2007 con el entonces presidente estatal del Partido Acción Nacional -representante de la derecha- y, además, con quien ya para entonces era Consejero Electoral, árbitro encargado de sancionar la elección en la que participará su socio mercantil?
¿Se escandalizan sin razón quienes consideran que esa sociedad es inmoral y poco ética por el rol que ambos socios juegan en este momento, uno como árbitro electoral y otro como candidato al máximo cargo en el Estado, sin que haya cabido en ellos la posibilidad de renunciar a esa sociedad, por un inegable conflicto de intereses?
¿O es que todos están obligados a no dudar de estos dos socios, sin importar el papel que ambos juegan en esta elección, por el simple hecho de que ellos aseguran que no hay nada de malo en esa sociedad?
¿Es que debemos de creer, sin la menor duda, que en lo que ellos hagan nada hay de reprochable y aceptar sin el menor cuestionamiento que, salvo ellos, todos los demás son de lo peor en la política jalisciense y que no se merecen la confianza ni la credibilidad de nadie, sólo porque uno de ellos así lo denuncia?
Vamos, la verdad que exageran. En esa sociedad no hay nada de malo. Lo malo está en las perversas mentes de quienes osan desconfiar de y cuestionar esa sociedad.
Que continúen las campañas electorales y que nada nos distraiga, como esa sociedad entre un candidato y el árbitro electoral.