Con una visión distorsionada de lo que la ley establece que son los legisladores, los diputados del Partido Movimiento Ciudadano han asumido una posición por demás equivocada y soberbia de que sólo ellos son los representantes fieles de los ciudadanos y que, por lo tanto, son poseedores de la verdad en todo lo que tiene que ver con esta figura. Pero no sólo eso, al pretender “empoderar” al ciudadano paradójicamente se deslegitiman ellos como, precisamente, representantes populares.
Los legisladores alfaristas consideraron que los únicos “autorizados” a presentar una iniciativa y posterior dictamen para una Ley de Participación Ciudadana eran ellos y que legisladores de otros partidos que pretendieran u osaran presentar la suya, merecían ser “quemados en leña verde”, descalificados y acusados de quién sabe cuántas cosas, como hicieron con el dictamen presentado por la Comisión de Asuntos Electorales, presidido por el diputado priista Joaquín Portilla, y con mayoría tricolor. Y es que para la diputada alfarista Verónica Delgadillo, sólo su iniciativa y posterior dictamen de la Comisión de Participación Ciudadana, que ella preside, debe ser la que se apruebe… sin modificación ni discusión alguna.
Al menos así lo demostró el lunes pasado cuando la Comisión de Asuntos Electorales aprobó un dictamen de Ley de Participación Ciudadana que, por supuesto, es diferente a la presentada en la Comisión de Participación Ciudadana. La primera es autoría priista, la segunda es autoría pemecista. Esto no le gustó a la diputada Delgadillo y ella y sus compañeros calificaron de “madruguete” y “albazo” el dictamen de los diputados del PRI, y argumentaron absurdamente que los priistas le temen a la participación ciudadana.
Y digo absurdamente porque de acuerdo a nuestras leyes, en el Poder Legislativo la participación ciudadana se da, precisamente, a través de nuestros diputados -federales y locales- y senadores como “Representantes Populares”. Que en la práctica los propios diputados de todos los partidos han distorsionado su naturaleza y tarea, ya es otra cosa. Por lo tanto, pretender abrogarse la autoridad para ser los únicos que promuevan instrumentos para ampliar, subrayo: ampliar, la participación ciudadana a través de los legisladores, es un error de los diputados alfaristas.
Pero ni de ello han dado muestra en los hechos. Ahí está el ejemplo de la iniciativa para las reformas a Ley de Fiscalización, que promueven los ahora siete diputados alfaristas y dos del PAN, integrados en el Bloque Opositor, que supuestamente hicieron en alianza con la agrupación “Haz tu Ley” y de la que ignoraron la mayoría de propuestas, alrededor de 33 de ellas. ¿Cómo entonces es que pretenden ser el vehículo de los “ciudadanos” si ignoran sus propuestas? El ejemplo de esto es contundente.
Pero, además, en su afán de apropiarse de la marca “ciudadano” -como si el resto de los militantes de otros partidos o no militantes no lo fueran-, los legisladores del partido naranja han sido señalados por sus propios compañeros como “caprichosos” y “soberbios”, y se han referido particularmente así a la diputada Verónica Delgadillo, a quien acusan de no permitir que le modifiquen “ni una coma” a su iniciativa, como lo denunciaran ayer las diputadas Gabriela Andalón Becerra, del PAN, y Celia Fausto Lizaola, del PRD, . Y no sólol eso, también les reprocharon que acusen a otros partidos de utilizar la “aplanadora” en las comisiones que presiden cuando ellos, los legisladores alfaristas, incurren en lo mismo donde ellos son presidentes, como es el caso de la Comisión de Participación Ciudadana.
En toda esta discusión hay que destacar un punto que no es menos importante en un foro como es cualquier Congreso del Estado: la capacidad para acordar y sumar la voluntad de la mayoría. Y esto no lo ha podido hacer la diputada Verónica Delgadillo en torno a su iniciativa ya en dictamen, pues como lo acusaron Celia Fausto y gabriela Andalón, le ha ganado la soberbia y eso le ha impedido asumir una actitud de apertura para escuchar e integrar propuesta de otras bancadas. Creo que ahí está el gran error de la legisladora alfarista: su falta de capacidad para sumar voluntades, para llegar a acuerdos con sus iguales de otros partidos.
A cambio de ello, asumieron la actitud aquella de, parafraseando a Luis XIV de Francia: “El ciudadano soy yo…”. Y he ahí los resultados.