Enrique Alfaro, el exalcalde de Tlajomulco, ha conformado en torno suyo un capital político que hay que seguir con atención, porque puede consolidarse como una fuerza política capaz de ganar la mayoría electoral en Jalisco.
Desde el modesto bastión del gobierno municipal de Tlajomulco, Alfaro logró aprovechar algunas inercias coyunturales (antipanismo, antipriismo, el movimiento pro López Obrador, y el hartazgo de la gente por los partidos políticos) para mandar al PAN al tercer lugar electoral y disputarle al PRI el triunfo en la elección del pasado julio.
Con una mayor sensibilidad a la hora de medir el estado de ánimo de la gente, un mejor discurso político y una estrategia de comunicación muy superior a las del PAN y del PRI, el movimiento político de Enrique Alfaro entusiasmó a muchos electores de todos los estratos sociales, suficientes como para crecer sostenidamente en las preferencias electorales y casi rebasar a Aristóteles Sandoval en la elección de gobernador.
En la actual coyuntura, que se mantendrá por lo menos hasta la elección del 2015, el movimiento de Alfaro Ramírez será el mayor reto y el principal dolor de cabeza para los políticos y estrategas del PRI y del PAN.
Los activos
El movimiento alfarista cuenta con la tercera fracción parlamentaria en el Congreso del Estado (cinco diputados), la alcaldía de Tlajomulco, regidores en los municipios de la zona metropolitana, influencia en la alcaldía de Puerto Vallarta, y un buen número de alcaldes y regidores en municipios más pequeños del resto del estado.
Tiene la dirigencia estatal del Partido Movimiento Ciudadano (PMC) y la organización política denominada Alianza Ciudadana.
Además, el PMC podría contar el próximo año con entre uno y dos millones de pesos mensuales como subsidio estatal, más lo que le envíe la dirigencia nacional de las prerrogativas federales por haber sido Jalisco el estado que más votos aportó a ese partido y el que le salvó el registro nacional.
Pero, sobre todo lo anterior, algo menos tangible pero también más importante, el movimiento alfarista tiene las mejores condiciones de crecimiento político por la inteligencia con la que ha manejado su movimiento, por el posicionamiento social que ha alcanzado y por la incapacidad de reacción del PAN, PRI y PRD ante este nuevo movimiento.
Con un PAN en crisis estructural, y con un PRI que apenas alcanzó a ganar las elecciones del 2012 en Jalisco, e incapaz de articular una estrategia inteligente para enfrentar al alfarismo, éste está ante una oportunidad de oro para poder constituirse como una futura primera fuerza electoral en Jalisco.
Los retos
El crecimiento de su poder político y su acceso a diversas posiciones de poder son una fortaleza para el movimiento de Enrique Alfaro, pero también son su principal riesgo.
Enrique Alfaro deberá trabajar fuerte para mantener la unidad de su grupo y de las fuerzas y personajes que se aliaron al mismo. Y debe cuidar que sus aliados -y él mismo- no se vean involucrados en escándalos de corrupción y sostener un mínimo de congruencia entre su discurso y los hechos.
También constituyen un riesgo, aunque se vea hoy lejano, un reposicionamiento del PAN hacia el 2015 o una extraordinaria labor del PRI en los gobiernos federal, estatal y municipales a su cargo, cosa que también está en veremos.
Lo dicho, Enrique Alfaro y su movimiento están ante la disyuntiva de crecer para buscar la mayoría electoral en Jalisco en el 2015 o 2018, o desperdiciar una de las más grandes oportunidades políticas que se han visto en el estado.