A reserva de que el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana (IEPC) depure la lista de personas que entregaron su documentación para ser considerados aspirantes a candidatos a la gubernatura, ninguno de los siete apuntados pueden ser considerados  rivales -ya no digamos serios- para los candidatos que postulen los partidos políticos.
Es cierto, primero hay que confirmar que cumplen los requisitos para que el IEPC los considere aspirantes; luego, de lograrlo, tendrán que cumplir con la encomienda de conseguir 58 mil 196 firmas -el 1% de la lista nominal- para pasar al nivel de candidatos sin partido y, entonces sí, medir fuerzas con el resto de sus rivales.
De esos siete apuntados, sólo tres son identificados por la ciudadanía:

  • Raúl Octavio Espinoza Martínez, ex secretario general de Gobierno con Alberto Cárdenas Jiménez, que tras su salida del gabinete ya no ha vuelto a figurar en el ámbito político a pesar de los esfuerzos que ha hecho por lograr infructuosamente una candidatura a senador o a diputado.
  • Salvador Cosío Gaona, hijo del ex gobernador Guillermo Cosío Vidaurri, ex militante del PRI, del PRD, de Convergencia y de Morena.
  • Vicente Fernández Ayala, hijo del cantante Vicente Fernández, quien poca suerte ha tenido como cantante -muy lejano de los logros de su hermano Alejandro-, y quien hoy quiere experimentar como político sin partido.

De los demás, los otros cuatro, nada hay qué decir en particular.
Ni Espinoza Martinez ni Cosío Gaona y mucho menos Fernández Ayala, pueden ser considerados como serios prospectos a ganar la elección por la gubernatura. No sé si los tres logren juntar las firmas requeridas, pero suponiendo que lo hagan las posibilidades de que uno de ellos pueda ser el próximo gobernador de Jalisco es… menos cero.
Ni Raúl Octavio ni Salvador ni Vicente pueden apostar a que la ciudadanía les entregará el voto mayoritariamente, pero sin duda que más de uno de sus adversarios les estarán agradecidos por sumarse a la pulverización no sólo del voto sino de la figura misma del “candidato sin partido”.
Quizás esa sea la encomienda que tengan algunos de ellos. Y si es así, sin duda que serán “gratamente recompensados”.
Su postulación ningún favor le hace a ésta figura. Todo lo contrario.
Creo que en el caso de los aspirantes sin partido se repite el mismo vicio que en el de los partidos políticos, que gracias al bajo umbral en el porcentaje de votación -en este caso de firmas- que se obliga para obtener el registro, todo aquel que se “calienta” cree que puede ser candidato.
Ojalá y más adelante nuestros diputados rectifiquen y exijan un porcentaje mayor de firmas para ser candidato a la gubernatura -el 1% es cosa de risa-, con el propósito de que la seriedad vuelva a la política y que éstas candidaturas no se tomen como mero “chacoteo”.
Ojalá y así sea.