(*Columna “Entre Semana” publicada el 24 de marzo de 1994 en el periódico Ocho Columnas).

¿Estarán contentos quienes se han dedicado a sembrar el odio en el corazón de muchos mexicanos?

¿Estarán orgullosos quienes han alentado y promovido que la única forma de solucionar los problemas es a través de la violencia y las armas?

Aberrante y cobarde son algunos de los muchos calificativos que merecen el atentado que sufrió Luis Donaldo Colosio Murrieta ayer en Tijuana, Baja California.

Importante, sin lugar a dudas, es conocer la identificación de los autores materiales de este reprobable acto, pero mucho más lo es saber quién o quiénes son los autores intelectuales.

Un acto como éste sólo es capaz de llevarlo a cabo una mente enferma, pero indudablemente guiada por intereses bastardos e irracionales.

Uno o dos desequilibrados jalaron el gatillo, pero hubo quienes les dieron argumentos para cometer tan incalificable acto. Hubo quienes, insisto, los alentaron a recurrir a la violencia.

No es coincidencia que este acto se cometa en momentos en que muchos intereses están en juego y muchos de ellos se vieron amenazados por el programa político, económico y social que a lo largo y ancho del país había venido ofreciendo Luis Donaldo Colosio Murrieta.

Todo el repudio en contra de quienes encendieron la mecha de la desestabilización y de la violencia, pensando que sus acciones y actividades eran un juego del que podían salir airosos.

Hoy se dan cuenta que no es así porque ante estos hechos todos salimos perdiendo.

Tampoco se puede asegurar, en estos momentos, que el atentado contra Luis Donaldo Colosio Murrieta es ajeno a toda la serie de hechos que se han suscitado a partir del primero de enero.

La secuela de ese odio que muchos empezaron a engendrar a partir de esa fecha, es el atentado de ayer contra Luis Donaldo Colosio.

Ante el hecho ocurrido en aquella colonia tijuanense, las palabras salen sobrando, pues nada será suficiente para encuadrar este atentado en el calificativo exacto que se merece.

¿Qué pasará después?

Esta es la interrogante que hoy se hacen los mexicanos.

Desde el asesinato de Álvaro Obregón, en 1928, siendo presidente electo, no se había registrado un hecho de esta naturaleza.

Ayer se cultivó el odio y el rencor; hoy se cosechó este acto de violencia incalificable.

“Por ningún motivo podemos permitir más actos de violencia” dijo anoche el secretario de Gobernación, Jorge Carpizo McGregor.

Efectivamente, el país no puede perderse en este marasmo de violencia que tienen sus tutores y que alguien tiene que descubrirlos.

La violencia ya no debe de cubrirse u ocultarse – aunque se quiera hacer creer lo contrario-, bajo un pasamontañas o una sotana.

Y cierro este espacio con una pregunta y un deseo: 1. ¿Podrían haber dormido tranquilos Samuel Ruiz, “Marcos” y quienes le apostaron a la violencia y a la anarquía? 2. Luis Donaldo Colosio Murrieta debe de salir adelante.

DE ÚLTIMA HORA: Descanse en paz, Luis Donaldo Colosio Murrieta.

ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.

(NOTA: Esta columna la comencé a escribir cuando aún Colosio estaba hospitalizado y la concluí cuando se confirmó su muerte. NOTA II: La fotografía que acompaña este texto me la hizo llegar meses atrás Eugenia Barajas, del portal “La méndiga política”).