“El gobernador le pide que lo acompañe en la antesala…”, dijo un joven al ex gobernador Flavio Romero de Velasco quien se encontraba de pie en la primera fila del sillerío colocado en el patio de Palacio de Legislativo durante una ceremonia que encabezó el gobernador Aristóteles Sandoval Díaz.
“Dígale al gobernador que muchas gracias, pero que aquí estoy bien”, le respondió Romero de Velasco de manera firme, pero amable.
“Es que me pidió que viniera especialmente por usted, ya se encuentran allá los demás ex gobernadores…”, insistió comedidamente el mensajero.
“Pues ellos estarán bien allá, pero yo aquí me quedo, aquí me espero. Dígale eso al gobernador”, dijo el ex Mandatario, a lo que el joven dio media vuelta y se retiró.
“Qué bonito me veré yo allá, yo no vengo a eso”, dijo Flavio Romero a quien esto escribe y con quien platicaba en el momento de ser interrumpidos por el enviado del protocolo.
Así era Flavio Romero de Velasco, quien gobernó Jalisco de 1977 a 1983 y felleciera el sábado por la noche a causa de complicaciones de su salud.
Romero de Velasco era asiduo lector de periódicos en los cafés de Villa Universitaria. Muy temprano era fácil encontrarlo en el Tok’s de Plaza Universidad, solo, leyendo. Luego decidió pasarse enfrente, en el Starbucks de la misma plaza donde acostumbraba siempre sentarse en el mismo lugar, junto a una de las ventanas que le permitían observar el panorama de la avenida Patria.
El ex Mandatario -quien sucediara a Alberto Orozco Romero y antecediera a Enrique Álvarez del Castillo- quedó marcado por dos hechos: uno, su “mano dura” para gobernar, y dos, la detención de que fue objeto en 1998 por presuntos nexos con el narcotráfico.
De lo primero la historia de Jalisco da cuenta en infinidad de hemerotecas donde quedaron plasmados los hechos donde Flavio Romero demostró mano firme para gobernar. De lo segundo, rescato el manifiesto que dirigió “A la Opinión Pública” en un desplegado publicado en diversos diario locales, luego de haber estado preso en Almoloya de Juárez de 1998 a 2001.
Y de ese texto de seis cuartillas destacó solamente siete párrafos que muestran fielmente el sentimiento que lo embargaba, luego de recuperar su libertad por falta de pruebas. Y son los siguientes:
“Después de haber padecido un lichamiento inmisericorde a nivel nacional en prensa, radio y televisión, por una amañada y turbia acusación de la Procuraduría General de la República a través de la Fiscalía Especializada en Delitos Contra la Salud, con la que se me pretendió involucrar en un delito infamante que lesiona mi honor y la limpia reputación de toda mi vida, me dirijo a la opinión pública del país y en particular a los jaliscienses que siempre me han honrado con su confianza y aprecio…
“Comentaristas de toda laya, lamentablemente confundieron presunción con culpabilidad y sospecha con certidumbre. Todos, salvo raras excepciones, se erigieron en jueces implacables y de manera irresponsable me arrojaron al rostro su condena, cuando apenas el juez de la causa estaba recibiendo el oscuro expediente de consignación.
“Aún cuando en juicio se me haya exonerado de culpa, siempre quedará proyectada sobre mi la sombra de la duda que difícilmente se disipará en una sociedad impresionable y suspicaz como la nuestra; irremediablemente el mal ya me ha sido causado y el estigma de la sospecha lo llevaré con caracteres indelebles toda la vida…
“Pues bien: como era de esperarse, después del anuncio de mi arbitraria detención, el escarnio de los medios de comunicación no se hizo esperar, al igual que el de mi Partido, que en vísperas de importantes eventos electorales, ordenó suspender oportunistamente en sus derechos partidarios a quien solo estaba oscuramente inculpado de ¡simple sospecha!. Los propósitos de capitalización política fueron evidentes. Mi partido nunca -que yo recuerde- ha tenido la suficiencia de atreverse a exhibir ante el juicio público a grandes y probados truhanes y negociantes de la política, que de muchos años a la fecha han contado con su silencio y su cómplice disimulo. Triste desmemoria…
“El el alud de apresuradas inculpaciones, todos, con toga de severos juzgadores, me estigmatizaron con su condena anticipada, fingiendo ignorar que una cosa es presunción y otra muy distinta culpabilidad. En tumultario lichamiento fui sentenciado, vituperado y escarnecido, cuando apenas un juez de la causa estaba recibiendo el expediente de la turbia acusación. El derecho a ser oído nadie lo respetó…