Cada muerte y cada árbol convertidos en cenizas revelan la carencia de un programa de gran visión para cuidar nuestros bosques y selvas además de garantizar la biodiversidad que ahí existe.
Más de 13 mil 738 hectáreas perdió la entidad, ocasionando severos daños a especies y comunidades.
Lo ocurrido en San Miguel Cuyutlán, en el municipio de Tlajomulco de Zúñiga hace unos días no es obra de la casualidad. Es producto de la mano del hombre la principal causante de este tipo de siniestros.
El deslave del Cerro Viejo es resultado de la desforestación ocurrida en mayo pasado por quemas agrícolas generando consecuencias funestas para los pobladores de la zona.
Oportunamente la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR), avisó que este año sería seco. Aumentando la posibilidad de siniestros.
Era de esperar entonces programas de prevención y manejo del fuego para evitar que este destruyera miles de hectáreas.
Lamentablemente el sector público actúo tardíamente como en el bosque La Primavera donde el fuego consumió 223 hectáreas de terreno en abril pasado.
El trabajo incasable y arriesgado de los brigadistas y la población no bastan si faltan los programas y los equipos para combatir incendios.
Hoy como ayer, el fuego consume las declaraciones de los funcionarios en las que prometieron cuidar el bosque y la invariable riqueza animal y vegetal que ahí existe.