Llegó impuesto por “el primer priista de Jalisco”, no por la voluntad de sus compañeros de partido.
Desde su llegada todos coincidían, menos uno, en que Hugo Contreras Zepeda no tenía el perfil para dirigir al PRI Jalisco, sobre todo cuando en este 2015 el partido enfrentaría un enorme reto en Guadalajara y su zona metropolitana.
De origen rural (ajeno a los asuntos urbanos), escaso de ideas, malo para el debate, sin liderazgo, Hugo Contreras llegó al comité estatal priista únicamente con la bendición del gobernador y con el reconocimiento de que “es muy chambeador”.
En los más de dos años que lleva al frente del priismo jalisciense, Contreras Zepeda permitió el deterioro institucional de su partido al consentir la construcción de una estructura paralela, la del movimiento MAS por Jalisco -que encabeza el papá del gobernador, el magistrado Leonel Sandoval- y con ello el crecimiento de una silenciosa pero generalizada inconformidad en las filas del tricolor.
Tampoco tuvo el talento para aprovechar los seis millones de pesos que el PRI Jalisco recibió cada mes durante el 2014 ni los ocho millones de pesos que mensualmente le corresponden en este 2015.
Para ser más claros, ni los priistas ni la sociedad conocen el destino real de los seis millones de pesos mensuales del 2014 ni de los ocho millones que cada mes recibe el PRI en este año. ¿Qué hizo con tanto dinero?
Sumiso con los poderosos, esperando su plurinominal como premio por decir a todo que sí, Hugo Contreras aceptó sin chistar la imposición de los candidatos, incluyendo los de los que contaban con menores probabilidades de triunfar en Guadalajara y Zapopan, de acuerdo con todas las encuestas conocidas en ese momento.
Su participación en la campaña fue prácticamente anulada, pero aguantó vara porque su nombre encabezaba ya la lista de candidatos a diputados de representación proporcional.
Después de la catástrofe que vivió su partido el 7 de junio, se prepara para entregar la dirigencia a quien le digan. Entrega uno de los peores resultados que un dirigente estatal priista haya conseguido en la historia de ese partido, sobre todo si se considera que el PRI tiene el gobierno federal, el estatal y el de los principales municipios del estado.
Podrá argumentar en su defensa que no es su responsabilidad porque él sólo recibió y cumplió órdenes, pero en la política como en la vida también se peca por omisión.
Ahora es diputado local electo, por la vía plurinominal por supuesto.
Si tuviera un mínimo de vergüenza ante sus compañeros de partido y de reconocimiento a su responsabilidad en la catástrofe electoral, renunciaría a ocupar esa curul.
Pero no sólo no está pensando en renunciar a la diputación, sino que está peleando por ser el coordinador de la fracción del PRI en la próxima legislatura local.
En su partido reconocen que no tiene los méritos para ser coordinador, porque ni siquiera ganó la diputación en las urnas, pero “no hay otro”, argumentan.
En fin, un “peor es nada” de la política.