El caso de J. Guadalupe Ledezma Ramírez es el caso de muchos priistas que le apostaron a la institucionalidad, a la lealtad a su partido y a quienes le abrieron la puerta en él y los acompañaron a lo largo de los años, para posteriormente hacerlos a un lado y darle prioridad al amiguismo, al compadrazgo, a la complicidad y, en no pocas ocasiones, a la traición.
Sin frustración alguna, Ledezma Ramírez decidió ponerle fin a una militancia de cuatro décadas, de 40 años, en un partido al que llegó por invitación del hoy presidente municipal de Guadalajara, Enrique Ibarra Pedroza, durante el gobierno tapatío de don Arnulfo Villaseñor Saavedra.
Su primera tarea: promotor del voto en 1977. Y a partir de entonces, realizar el trabajo partidista con la ilusión y el objetivo de ir escalando peldaños en la política jalisciense y la administración pública. Y así, colaboró en los gobiernos municipales de Eugenio Ruiz Orozco, don Gabriel Covarrubias Ibarra y Enrique Dau Flores, en Guadalajara, como con Jorge Arana Arana en Tonalá, siempre en la dirección de Fomento Deportivo donde durante aquellos años se impulsó el deporte en los barrios y colonias de la ciudad como nunca: se institucionalizó el Maratón Guadalajara que inició Guillermo Vallarta Plata denominándolo Maratón de las Rosas que en su primera edición patrocinó “Avón”; se crearon las Copa Guadalajara, el Circuito Ciclista -con el apoyo del finado “Zapopan” Romero- y se construyeron las primeras albercas en unidades deportivas como en la Tucson y en San Rafael, entre otras; y se organizaron torneos de futbol donde salieron hoy estrellas como Benjamín Galindo, los Castañeda y Javier “Chícharo” Hernández, entre otros, y se entregó el Premio a los Deportistas del Siglo, así como se implementó el galardón “Guantes de Oro”.
En el gobierno interino de Carlos Rivera Aceves fungió como secretario de administración de la Secretaría de Desarrollo Urbano, y formó parte del equipo del entonces secretario de Turismo, Carlos González Lozano. Su más reciente responsabilidad fue en el Congreso del Estado, concretamente en la 57 Legislatura, como director de Administración y Recursos Humanos, donde aplicó la homologación salarial, ordenó el “desgarriate” que existía con los asesores, y se comenzó a pagar impuestos.
En el PRI fue director del Registro Partidario, presidente de la Fundación Colosio en Guadalajara, secretario de Comunicación del Comité Estatal durante los cuatro años de la presidencia de Ramiro Hernández García, además de fungir como delegado en municipios como Ameca, Chapala, Ixtlahuacán del Río, Tlajomulco y Zapotlán el Grande, entre otros.
Aunque parecieran simples detalles, hasta el día de su renuncia al PRI cumplió con su obligación de militante y siempre estuvo al corriente de sus cuotas -incluyó en su renuncia copia del último recibo que daba fe de ello-, mientras que muchos otros priistas que cumplieron fielmente su papel de “chapulines” pagaban sus cuotas hasta que eran postulados candidatos o tramposamente se les extendía un documento que asentaba que lo estaban aunque eso no fuera verdad, a fin de lograr su registro.
Incluso, como muchos otros priistas, se enteró de que fue borrado de la lista como consejero municipal el año pasado durante la presidencia de la aún dirigente Claudia Delgadillo, cuando ya no fue convocado a las reuniones del Consejo Municipal.
Fue candidato a diputado local por el entonces distrito 14, cuando en el proceso interno le ganó la contienda a Guillermo Mata Gudiño, yerno del entonces dirigente de los camioneros, Clodomiro Martínez. Sin embargo, fue de los damnificados de la derrota de 1995 frente al PAN.
Así, pues, la figura de J. Guadalupe Ledezma Ramírez es la imagen de muchos priistas que guardaron lealtad a su partido y fueron ejemplo de institucionalidad, mientras las dirigencias estatales en turno -como cómplices de los gobernantes o candidatos- privilegiaron con candidaturas a sus compadres, a sus amigos o al pago de favores recibidos en campaña, olvidándose de una militancia que se diferenció de aquellos que nunca se cansaron de vivir del erario público y que cuando ya no fueron beneficiados aún y cuando nunca tuvieron méritos para ello, renunciaron al partido o huyeron bajo el argumento de la falta de democracia interna.
No en vano, pues, muchos priistas se sienten identificados con Ledezma Ramírez y no pocos lo han felicitado por atreverse a hacer, como lo hizo, “lo que muchos de nosotros no hemos hecho por falta de h…”.