Mejor no pudo cerrar Pedro Kumamoto Aguilar su aventura para lograr ser candidato al Senado de la República sin el apoyo de un partido político.
Por un lado logró recabar, ya validadas por el INE, las 115 mil firmas necesarias -aunque logró recolectar 130 mil- y, por el otro, reconoció que, efectivamente, era tan “chapulín” como cualquier otro político y que nunca debió de haberse comprometido a concluir su gestión como diputado por tres años.
La titánica tarea que emprendió Kumamoto a lo largo y ancho del estado, con mucha creatividad, es de reconocerse. No tiene desmerecimiento ni tache alguno. Se fijó una meta y la cumplió, más allá de que mucho le ayudó su figura mediática a la que siempre le ha sabido “sacar jugo”, que es otro punto a su favor.
El joven político declaró que “en Jalisco no hay apatía, en Jalisco se puede construir una fuerza alternativa política sin hacer pactos en lo oscuro y sin las prácticas de siempre”.
Entendí lo de “sin hacer pactos en lo oscuro”, pero no lo de “sin prácticas de siempre” -no especificó ni explicó cuáles son esas “prácticas”-, porque requirió del apoyo de cerca de 2 mil 600 personas que fueron sus auxiliares, al igual que los políticos de siempre y candidatos de partidos hacen al integrar sus equipos de apoyo; se gastó un millón de pesos en la recolecta de firmas, inversión que también hacen los políticos de siempre y que pertenecen a un partido político; esos recursos fueron aportados por cerca de 400 ciudadanos, al igual que los reciben los políticos de siempre y militantes de un partido político, sólo que eso les llegan a través del órgano electoral en calidad de prerrogativas, mismas que también salen del bolsillo de los ciudadanos, vía impuestos.
Por eso no entendí eso de “sin prácticas de siempre”.
Pero reitero: no puede regateársele ni una de las 130 mil firmas obtenidas por Kumamoto Aguilar y su equipo, quienes ahora tendrán que esperar el dictamen final del INE que no dudamos que será positivo para que pueda aparecer en la boleta electoral y arrancar su campaña por la senaduría, donde ahora sí sabrá lo que es “amar a Dios en tierra de indios”, pues no es lo mismo andar con la sonrisa todo el día en el rostro solicitando firmas que enfrentarse a rivales duros que no se “tentarán el corazón” para tratar de borrarle esa sonrisa y arrebatarle potenciales votos.
Pedro Kumamoto, pues, cumplió con su tarea que le merece estrellita en la frente. Y le hará bien tomar un respiro antes de que entre de lleno a una contienda que no será fácil, pues sus adversarios ya confirmaron que él es un rival peligroso al que no hay que darle ni una ventaja.
Y ahí sí, quizás esos rivales tendrán que recurrir a las “prácticas de siempre”, pero Kumamoto tendrá que tener muy en cuenta que “en el amor y en la política, todo se vale”.
Y si no, al tiempo.