Ante los primeros buenos resultados que Miguel “El Piojo” Herrera comenzó a obtener al frente de la selección mexicana de futbol, se ganó inmediatamente el reconocimiento de la afición, tras su también exitoso paso por el club América.
Aunque su llegada a la dirección técnica del seleccionado fue fortuito, luego de la accidentada salida de Víctor Manuel Vucetich, fue bien recibido y en el mundial de futbol en Brasil fue llevado a la casi categoría de héroe. Como es natural en estos casos y de la mano de la televisión, principalmente Televisa, “El Piojo” fue atrapado por la mercadotecnica y casi sólo le faltó anunciar pañales.
Durante el mundial, y ante resultados no esperados, todo le fue festejado. Su exagerada actitud de celebrar un gol le fue aplaudido y se prestó para infinidad de anuncios, memes o cualquier otra ocurrencia. Hubo quien hasta le creyó que con él, seríamos campeones del mundo.
Vamos, las expectativas que Miguel Herrera abrió a los mexicanos fueron de tal magnitud que su paso por la Copa América y la forma en que obtuvo la Copa Oro, con la ayuda del arbitraje en algunos juegos, generó tal enojo e irritación en la afición que, a diferencia de tiempos idos, ahora reclamaba su salida de la selección y le regatearon la victoria.
Pero no fue la pésima actuación en la Copa América ni la forma en que se ganó la Copa Oro la que motivó el cese de Herrera sino un error personal; una equivocación propia; una actitud extracancha, que ya todos sabemos y que no es el tema principal de este texto.
Lo anterior viene a cuento por las expectativas que genera entre un sector de la ciudadanía el diputado independiente electo Pedro Kumamoto. Tras su triunfo en las urnas, el propio novel político llegó a considerar, con sus declaraciones y peticiones, que la próxima 61 Legislatura debería de girar en su entorno; que sus futuros compañeros diputados, por el simple hecho de llegar con la representación de un parido político, deberían de ceder a sus exigencias; que por haber logrado lo que muchos creíamos imposible, se merecía que todos se pusieran a su disposición y consideración.
Por suerte, hubo un momento en que llegó a su mente un momento de reflexión y decidió cambiar su discurso, al grado de aclarar que él no era la solución a todos los problemas del Poder Legislativo, aunque él mismo se había encargado de generar dicha percepción ciudadana.
Hoy me encuentro con la sorpresa de que él y su equipo han llegado al grado de denominar a unas simples modificaciones a la Ley Orgánica del Poder Legislativo como la… “¡Ley Kumamoto”! con el hashtag #LeyKumamotoYa.
La soberbia y el egocentrismo terminaron por acabar con “El Piojo” Herera por referir un ejemplo reciente y evidente. Hoy denominar a estas reformas “Ley Kumamoto” no es otra cosa que una conducta o actitud de soberbia y egocentrismo de un joven político que aun no asume el poder y que no será sino hasta que lo haga cuando se dé cuenta de que una cosa es “lo que se quiere hacer” y otra “lo que se puede hacer”.
Kumamoto enfrenta el riesgo, como cualquier otro, independientemente a la actividad a la que se dedique, de llegar a ser víctima de sus propios errores y a caer por ellos.
No le regateo nada a Pedro Kumamoto, pero debe darse cuenta que lo que hoy hizo fue ganar una elección en condiciones propicias para hacerlo. Eso tiene su mérito, claro, pero se dieron las circunstancias -como todo en política-, para hacerlo. Pero de eso a querer denominar con su apellido a unas reformas a la Ley Orgánica del Poder Legislativo, se me hace un exceso.
En todo caso debería llamarse “Ley Pizano”, por ser el diputado Héctor Pizano Ramos el autor y promotor de las reformas que hoy beneficiarían a Pedro Kumamoto y más adelante a otros futuros diputados que lleguen por la misma vía sin ser postulados por un partido político.
Ayudemos a Pedro Kumamoto a transitar lo mejor posible esta gran experiencia que tendrá de ser funcionario público y a responder con éxito la gran responsabilidad que le espera como diputado, dándole el lugar que le corresponde, que se ha ganado con su triunfo. Pero ni más ni menos. No lo coloquemos en un lugar donde pueda perder “piso” y luego viva momentos como los que hoy vive “El Piojo” Herrera y muchos más a los que “inflan” y luego, los mismos, “truenan”.