Se acepte o no en Casa Jalisco, el gobierno de Aristóteles Sandoval está en crisis. Y no en una crisis cualquiera.
El PRI, el partido que llevó al poder al gobernador y que lo sostenía en las malas, hoy está atropellado y no puede ser un buen sostén para Aristóteles.
Su gabinete parece no tener forma, unidad de objetivos ni concordia interna.
Salvo muy contadas excepciones, el desempeño de los secretarios se reduce a medio cumplir y a vivir de las inercias. Haciendo a un lado esas dos o tres excepciones, el resto, la mayoría, merecería ser reemplazado.
Además, como parte de los saldos de las elecciones pasadas, el gobernador perdió a su principal operador dentro y fuera del gobierno, a Alberto Lamas, ex coordinador del gabinete y brazo derecho de Aristóteles Sandoval.
En unos meses Aristóteles Sandoval tendrá que enfrentar a un Congreso complejo, con mayoría del partido Movimiento Ciudadano (MC), y con pocas lealtades, que le costarán mucho mantener.
También enfrentará otra difícil realidad, enfrentarse a una geografía política muy complicada, sobre todo en la zona metropolitana, donde también tendrá mayoría MC en los principales gobiernos municipales.
Otro reto mayor es el de la credibilidad y la legitimidad que hoy tiene pérdidas el gobierno de Aristóteles Sandoval. El 7 de junio quedó claro que esta administración nunca hizo click con la sociedad, que sus estrategias de comunicación fueron un fracaso y que el estilo personal del propio gobernador no es el deseado por la sociedad.
La inseguridad y la delincuencia, ante la opinión pública, han rebasado al gobernador y a sus operadores en materia de seguridad y combate al delito. La sociedad no ve acciones reales ni resultados palpables, sino frases huecas y discursos ajenos a la realidad.
Asuntos que pueden ser vistos como menores en Casa Jalisco, como el del activismo político y la permanencia en el Poder Judicial de su padre, el magistrado Leonel Sandoval, son vistos como fuertes agravios afuera de los muros de la casa de gobierno.
La fría relación del gobernador y su gabinete con el Gobierno de la República es otro lado débil de la administración de Aristóteles Sandoval. Está frialdad baja aún más de temperatura por los resultados del 7 de junio.
Ante esta realidad, son muy pocos los que creen que Aristóteles Sandoval tiene futuro político, como para seguir apostando por él. También son muy pocos los que ven en el gobernador a un factor determinante en las decisiones de las candidaturas para el 2018.
Todos estos factores, y otros no enumerados en este artículo, son los que tienen a Aristóteles Sandoval y a su gobierno en una seria crisis. Cuando en la sociedad y entre la propia clase política crecen los rumores de sustitución, sin duda se está ante una situación de emergencia.
Y cuando las crisis son severas, se requieren soluciones de fondo, drásticas. No simplemente enroque de funcionarios: “tú deja esta secretaría y vete a aquella, y tú vete de aquí para allá”.
La crisis no es menor y, por lo tanto, Aristóteles Sandoval debe empezar por reconocer la gravedad de su situación, por entender que el rumbo de su gobierno está reprobado por la ciudadanía, que su gabinete no está a la altura de las necesidades del estado y que muchos deben irse a la calle y no a otras dependencias, que su modelo de comunicación debe cambiarse de fondo y no sólo de forma y que él debe empezar por cambiar sus propias actitudes ante la sociedad.
Aristóteles Sandoval no tiene mucho tiempo ni mucho margen de maniobra para enderezar una nave que está haciendo agua. De no reaccionar pronto y bien, la gobernabilidad puede perderse pronto.