Sede del Poder Legislativo en el Congreso
Textualmente escribió en su cuenta de Twitter el viernes por la noche:
“Los espero mañana a las 10:00 a.m. en Plaza Liberación, frente al Congreso (Av. Hidalgo, entre Ramón Corona y Pino Suárez). ¡Pasa la voz!”.
Un minuto después añadió:
“Vamos a dar la última batalla en la defensa de lo que nos pertenece como mexicanos. Te invito a que nos acompañes. Después será muy tarde”.
Y los convocados ahí estuvieron ayer sábado muy puntuales. A las “10:00 a.m.” , como se los indicó el convocante, hicieron acto de presencia. Pero se encontraron con una sorpresa: ¡El convocante no estaba!
Aún cuando anunció que a esa hora los esperaba.
Y como dijera el extraordinario Joaquín Sabina:
“Y les dieron las diez y las once, las doce y la una, las dos y las tres…”.
Y el convocante no llegó…
Y en ese transcurrir de las horas llegó el vandalismo y la violencia… pero no el convocante.
Y mientras el Palacio Legislativo era víctima de los destrozos y del grafitti, el convocante anunciaba: “Ya voy para allá…”, “Ya mero llegó…”, “Ya estoy cerca…”.
Pero finalmente… nunca llegó.
Y mientras esa ausencia del convocante era reprochada y criticada en las redes sociales, el vandalismo avanzaba a toda prisa. Ahora eran los vehículos de los diputados el “blanco” de la barbarie que nadie pudo controlar.
Pero al mismo tiempo los “Poncio Pilatos” aparecían en esas mismas redes sociales a través de las cuales el convocante convocó y clamaban: “Nosotros no somos responsables…”, “No son de los nuestros…”, “Son infiltrados…”.
Pero las imágenes reproducidas en esas mismas redes sociales no mentían: Eran de los suyos… pero como Pedro a Jesús, fueron negados no tres, sino muchas veces más.
Y luego se pretendía justificar la ausencia del convocante: no asistiría para evitar más violencia.
¡Horror! Un convocante cuya presencia provoca violencia, es preocupante…
¿Entonces qué hace el convocante para acabar con la violencia y los desmanes que realizan no pocos de sus convocados?
¡Ausentarse! ¡Huir!… para evitar más violencia.
Este es el grotesco papel de un convocante que no llegó, pero a quien su intolerancia con quienes no coinciden con él lo llevó a hablar de más…
Lanzó la piedra y escondió la mano…
¡Que grotesco papel del convocante…!