A partir de hoy, y todos los viernes, contaremos en Marcatextos.com con la colaboración de Maggie G. Urzúa, periodista del semanario La Voz del Sur y autora de la columna en ese rotativo “La Hojalata del Tambor”, quien con sus textos nos proyectará la vida política y social de la región sureña de Jalisco.

Maggie G. Urzúa

I.- Dentro del dolor y empuje por levantar a su pueblo, los habitantes de San Gabriel indirectamente han desenmascarado a la triste clase política que ostenta el poder en nuestra región.

Diputados, funcionarios del gobierno de Jalisco y “resucitados” montaron en medio de la tragedia un desfile dedicado a la frivolidad, hipocresía, oportunismo y, en la cumbre, la etiqueta de su ineficiencia.

La conducta social ha sido alterada, pero de manera positiva: las visitas de sus gobernantes, lejos de generarles el dibujo de una sonrisa y encenderles la llama de la solución, sólo desatan rabia y desconfianza.

II.- La razón es evidente. Por el “Llano en Llamas” transitaron personajes acostumbrados a la superficialidad; esos que pretenden igualar una buena gestión con la intensa actividad en redes sociales. Cambiaron el ‘selfie’ por la pose en medio del desastre, pero ni siquiera tuvieron el valor por recorrer las calles.

No faltaron los que pregonan “humanismo”, pero olvidan que las mejores muestras de solidaridad son aquellas que no se divulgan… y menos cuando los apoyos son tan raquíticos.

Los quejosos no pudieron faltar. Algunos expertos en lucrar con el dolor colectivo para aumentar bonos, convocaron a ruedas de prensa donde el punto más destacado fue su reclamopor anticipado– ante la tardanza con la que fluyen recursos económicos provenientes de fondos para desastres.  ¿Qué eso no es pasado y llegaron para cambiar la historia?

III.- “Ahogado el niño, a tapar el pozo”… así han actuado algunos legisladores. Posterior a la devastación gabrielense presentaron iniciativas exprés para exhortar investigaciones y revisiones a la tala inmoderada e incendios forestales provocados (las causas del deslave), exigieron castigos para quienes resulten responsables, y proponen endurecer penas para delitos como el ecocidio.

Si tan fácil les resultó generar el documento, ¿por qué no lo elaboraron desde el día uno de su gestión? Sólo probaron que ignoraban los clamores y temores sociales, pues preferían estar del lado empresarial.

Hay otros que, de plano, le han sacado la vuelta a mantener una presencia física, pese a representar a la región, ser visitantes frecuentes durante campaña y tener a cargo dependencias directamente relacionadas con la problemática en turno. ¡Con qué cara! Si por años han solapado a los agroproductores que, ante el juicio popular, merecen la hoguera por haber traído tantos daños a este territorio.

En la lotería de los decadentes políticos, varios rostros exterminados el año pasado por el electorado se colgaron tratando de resurgir para hacer peticiones o críticas. Su oportunidad caducó, y si los temas pregonados no desembocaron en acciones concretas en el pasado, significa falta de capacidad para ejercer el poder.

IV.- La cereza que condensa el pésimo actuar de los servidores públicos la puso el gobernador Enrique Alfaro.

Por principio de cuentas, el domingo cuando el río Salsipuedes se desbordó, su ausencia causó sospecha. Como ya es casi una costumbre, correspondió al secretario de Gobierno, Enrique Ibarra Pedroza, dar la cara y encabezar las diligencias. Rumores aseguraban que el mandatario jalisciense había viajado a Madrid, España, para presenciar la final de la Champions League.

Pero el lunes recorrió las calles de la comunidad, encaró a los devastados pobladores a quienes llamaba “paisanos” durante la etapa proselitista. La gente no olvida cómo presumía el origen de su familia y por eso el derecho al reclamo aumentó.

Los gabrielenses saben que las raíces paternas de Alfaro están plantadas en Apango, donde poseen varias propiedades sembradas con el “maldito” aguacate, ese “demonio” convertido en enemigo público número uno de la región.

En su paso por los hogares destrozados, el gobernador coleccionó llantos y rechazo. Incluso se le escuchó defender a los aguacateros, asegurando que “no todos son iguales”; y prefirió enfocar culpas a la tala inmoderada (que también podría tener liga con ellos).

El trato que San Gabriel le dio a Alfaro deja en claro la pobreza de nuestra clase política. Como él, varios funcionarios visitan en campaña los pueblos y en el gobierno les dan la espalda; se enriquecen en actividades particulares a costa del bienestar colectivo; han sido incapaces de velar por los intereses ciudadanos… y pronto, todos, pagarán con odio y retiro de apoyo los años de decepción y engaño.

¡Qué lástima que para ver caer máscaras, tantos inocentes hayan tenido que sufrir!