El propio origen de la palabra lo explica: un partido político representa a una parte de la sociedad, unida por una visión ideológica a través de la cual hace un diagnóstico de los problemas sociales y una visión de cómo deben resolverse.
Por eso los partidos políticos mantuvieron, hasta hace unas décadas, alianzas muy claras y directas con sectores definidos de la sociedad. Esas alianzas eran las que les daban claridad a la hora de tomar decisiones, definición a la hora de coaligarse y una cara muy definida para conseguir votos en las urnas.
Pero desde los 80´s, y con mayor fuerza en los 90´s, los partidos políticos mexicanos rompieron sus alianzas tradicionales y, queriendo quedar bien con todos los sectores de la sociedad, acabaron desfondando sus bases sociales y electorales.
Los partidos se creyeron a pie juntillas aquello del fin de las ideologías y corrieron a posicionarse en “el centro”, lo que implicaba un vil pragmatismo para evitar fijar posiciones frente a los asuntos del debate social.
El PRI, que nació y creció con sus históricas alianzas con los sectores obrero y campesino. Sumó luego otra, dado el crecimiento de las ciudades, con las clases populares urbanas. Pero, poco a poco, las decisiones de los gobiernos “emanados del PRI” fueron golpeando a esos sectores y, `por tanto, alejándolos y rompiendo su lealtad electoral.
En un reflejo de la pérdida de personalidad, el PRI hasta quiso construir, sin éxito, un sector empresarial.
El PAN encontró su clientela más fiel entre los ciudadanos urbanos de corte católico y conservador. Ellos fueron los que construyeron poco a poco los triunfos parciales que llevaron al panismo por fin a la Presidencia en el 2000.
Pero los panistas en el poder perdieron la brújula y su comportamiento -corrupción, excesos, escándalos sexuales- se alejó de los principios católicos y conservadores y les retiró los votos de esos grupos.
El PRD se nutrió de los sectores más pobres en las ciudades y el campo (herencia del cardenismo), de los gremios universitarios y de un buen sector de la “intelectualidad”.
Pero llegando al poder, los líderes y dirigentes perredistas se aburguesaron y se corrompieron, alejándose de “los compañeros de base” y traicionando los intereses de éstos.
Así los partidos fueron perdiendo sus bases de apoyo, las que les daban los votos.
Su reto ahora es reconstruir de verdad sus antiguas alianzas o construir nuevas, las que les permitan transitar con claridad en este siglo 21.
Pero, para construir o reconstruir esas alianzas, los partidos, sobre todo sus dirigentes, necesitan regresar a las bases, a las calles, a escuchar a quienes quieran representar; requerirán tomar decisiones y definiciones, y defenderlas. Comprometerse y cumplir compromisos pues.
Esos es lo que dudo que quieran y puedan hacer.
Por lo tanto, se seguirán desfondando y perdiendo votos en las urnas.