Nunca dudamos en considerar inútil e, inclusive inicialmente, parcial la propuesta que se hizo de integrar un Comité Evaluador para los aspirantes a integrar el Consejo General del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana (IEPC).
Inútil, porque la Constitución del estado y el Código Electoral establecen ya cuál es el camino a seguir para la elección de estos consejeros y ni uno ni otro considera lo que en su momento calificamos de “capricho”, la integración de un Comité Evaluador; parcial, porque hubo una primera propuesta de quiénes deberían de integrarlo que a nadie se consultó ni pretendía ser un Comité representativo y plural.
Afortunadamente ésto último no procedió, pero finalmente se decidió integrar este Comité Evaluador con algunos personajes distinguidos de la sociedad metropolitana, pero ignorando a quienes podrían haber representado también a distinguidas personas del resto del estado y no sólo de la zona metropolitana.
Ya conformado -invitando de última hora a sus integrantes-, este Comité Evaluador se dedicó “al cuarto para las doce” a elaborar el método de evaluación que posteriormente entregaron a la Comisión de Asuntos Electorales y que aplicó luego el propio Comité.
Prácticamente todos los aspirantes a integrar el IEPC se presentaron y se sometieron a esta evaluación, que lo único que evidenció fue ver la falta de preparación de muchos de estos aspirantes al obtener una muy baja calificación, aun considerando que la máxima era de 40 puntos.
Pero la inutilidad de este Comité Evaluador -cuyos integrantes debieron de haber rechazado la invitación para no ser sujetos de burla por parte de los legisladores que propusieron su creación-, quedó de manifiesto al conocer los nombres de quienes finalmente fueron electos consejeros electorales.
En una palabra: para tomar ésta decisión, la calificación obtenida nunca -subrayo: nunca-, fue tomada en cuenta para definir quién debería de formar parte del IEPC.
Y se lo explico:
El PRI decidió con muchísimo tiempo de anticipación -antes de que alguien tuviera la ocurrencia de pensar, ya no sólo de proponer públicamente, la creación del Comité Evaluador-, que sus candidatos a promover serían: Tomás Figueroa Padilla, Juan Alcalá Dueñas y Everardo Vargas Jiménez, éste último en acuerdo con Enrique Aubry del Partido Verde.
El PRD nunca dudó que su primer candidato sería Jorge Alberto Alatorre Flores, hombre cercano al rector general Tonatihu Bravo Padilla, sin saber que sería el que mejor calificación obtendía en la evaluación, pero esto jamás lo tuvo en mente.
EL PAN fue el más indeciso, pero no por las calificaciones que sacaron sus candidatos -aunque la obtenida por uno de sus “gallos”, Antonio Elvira, si le impidió operar a su favor-, sino porque al interior de la fracción las “aguas” estuvieron muy turbulentas.
Y tan no les importó la calificación, que fueron sus tres candidatos los que obtuvieron la más baja de entre los consejeros que fueron electos. De hecho, propugnaron porque quienes quedaran como consejeros no fueran los que obtuvieron una calificación de 30 para arriba, como ya habían acordado.
Para sorpresa de algunos, los panistas dejaron a un lado al candidato del ex gobernador Francisco Ramírez Acuña y ya no ratificaron a Sergio Castañeda; decidieron ratificarle el apoyo al actual consejero Rubén Hernández que logró 27 puntos; le entregaron un consejero a su diputado Alberto Esquer quien impulsó a la ex funcionaria de la Sala Guadalajara del Tribunal Electoral, Virginia Gutiérrez Villalvazo, quien además, dicen, es su abogada; e impulsó a quien ya tenían dentro del IEPC, Olga Patricia Vergara Guzmán, aprovechándose así para dar paso a la cuota de género.
Y, bueno, el Partido Movimiento Ciudadano no tuvo candidatos con quien jugarle a sus adversarios políticos, no obstante que terminaron por apoyar a Luis Guillermo Saldaña Moreno quien contendía por la presidencia.
Así fue, pues, como se decidió quiénes deberían conformar el Instituto Electoral, por lo que el trabajo del Comité Evaluador terminó… en el cesto de la basura.
¡Ah! Pero hubo foto…