Quienes creen que el avance del partido Movimiento Ciudadano (MC) representa un cambio de fondo en la política y no la simple sustitución de una élite política por otra, podrían desilusionarse en un futuro no muy lejano.
Para empezar, el discurso del combate a la corrupción que enarbolaron los alfaristas en la campaña, como lo han hecho otros partidos, se limita a ver la paja en el ojo ajeno y no en la propia.
Durante el proceso, se llame guerra sucia o no, se conocieron antecedentes de candidatos de MC que resultan realmente impresentables en cualquier partido, sobre todo en el que dice ser el factor del cambio en Jalisco.
El hoy electo alcalde de Zapotlán Alberto Esquer -evidenciado pidiendo moches- los antecedentes penales y de formas de hacer negocios del candidato a diputado federal Carlos Lomelí, los panistas con oscuro pasado que se pasaron a MC, entre otros muchos casos, y los propios capítulos sin explicar del propio Enrique Alfaro, son muestras de que los emecistas, como los demás partidos, son incapaces de ver la viga en el ojo propio.
Los antecedentes de su actuación en Tlajomulco también muestran que los alfaristas tampoco han sido muy eficientes para combatir la corrupción ajena. Para muestra basta el botón del exalcalde panista Antonio Tatengo, del cual sólo hubo mucho ruido y espectáculo y cero castigo real.
Tampoco, de acuerdo a los antecedentes, habría que esperar cambios fundamentales en otros rubros de la política: los emecistas también practican el nepotismo con ganas y la opacidad en los asuntos delicados que les pueden descarapelar su construida imagen de limpios.
Otro aspecto fundamental, en el que el alfarismo será igual que los demás, tiene que ver con el pago de los compromisos asumidos por el financiamiento de las muy costosas campañas que los llevaron al triunfo el 7 de junio. Quien piense que las campañas de MC realmente se ajustaron a los topes de campaña, está equivocado. Y quien piense que los financiadores dan el dinero a cambio de nada, también
El mismo entusiasmo que hoy se vive ya lo vivimos los jaliscienses en 1995, cuando el PAN logró sacar del poder al PRI por primera vez. Aunque menor, también hubo esperanzas cuando el PRI sacó del poder al PAN en el 2012. Y en ambos casos ya vimos como la sociedad acabó desilusionada.
Quienes dirigen MC y quienes encabezarán sus gobiernos no son ajenos a las prácticas del priismo y del panismo (en ellos se formaron), ni a las mañas del sistema político mexicano (en él juegan).
Por eso, recordando la extraordinaria frase de don Manuel Gómez Morín, “que no haya ilusos, para que no haya desilusionados”.