Lo que en Marcatextos denunciamos recién pasó el huracán Jova -con fotografías como ejemplo-, hoy el resto de los medios de comunicación lo registran, 16 días después del paso del meteoro: la negligencia del Gobierno del Estado para atender con urgencia los daños que dejó y la atención a los damnificados.
No fue sino hasta cuatro o cinco días después de la desgracia cuando el gobernador Emilio González Márquez se refirió al problema en la Costa Sur de manera coyuntural, a pregunta expresa de los reporteros. Seis días después de que el huracán tocó tierra acudió al municipio de Melaque a sostener una reunión con alcaldes de los municipios afectados, sin preocuparse por recorrer la zona dañada, pues canceló un recorrido que tenía agendado por Cihuatlán.
Previamente había acudido al lugar el secretario general Fernando Guzmán, pero la urgencia por venirse a comer con sus amigos del gabinete lo obligó a realizar una visita “de médico”, de “pisa y corre”. Fue, se tomó la foto y sanseacabó.
Días después acudió el secretario de Desarrollo Humano, Martín Hernández Balderas, a entregar cheques a damnificados en base a un padrón que quién sabe cómo se elaboró y que, por supuesto, resultó incompleto. Hoy se habla de que han entregado miles de cheques y que ya no tienen dinero. Nadie sabe nada de nada.
La negligencia ha sido la característica de nuestras autoridades en este asunto, pues a diferencia de Colima que actuó con la rapidez del caso y tramitó las declaratorias de emergencia y desastre ante la Secretaría de Gobernación dos y tres días después del paso del fenómeno, aquí en Jalisco esto se hizo semanas después.
Apenas ayer se solicitó a la SEGOB la declaratoria de desastre de la zona afectada.
A ello hay que agregarle las torpezas con que se ha manejado el caso de los recursos económicos que se requieren para atender a los damnificados. Vamos, no dan “palo con bola”. Y es fecha que esos recursos no se tienen.
Sin duda, pues, el huracán Jova pintó de cuerpo completo a nuestras autoridades estatales y vino a reconfirmar la frivolidad que lo caracteriza.