Una primera fotografía en redes sociales daba cuenta del momento en que el ya ex gobernador Jorge Aristóteles Sandoval ingresaba a la tradicional cantina “La Fuente”, apenas después de haber abandonado el reciunto Legislativo donde atestiguó la asunción de su sucesor, Enrique Alfaro Ramírez.

Más tarde otra gráfica más donde flanqueado por el ex secretario general de Gobierno, Roberto López Lara, y su ex vocero Gonzále Sánchez, posa con un “caballito” con tequila en mano, para la fotografía.

Posteriormente varios videos circularon en estas redes: uno donde se le aprecia muy alegre, con tequila en mano, entonando “El Rey” de José Alfredo Jiménez al son que le tocaba el mariachi; otro más donde se le aprecia bailando cumbia con una dama; y otro más disfrutando del mariachi, “cuatro horas después” dice el texto en Twitter que acompaña a la imagen.

¿Qué festejaba Aristóteles Sandoval? ¿Había motivo para festejar de esta manera públicamente? ¿No era conveniente un festejo en privado con sus colaboradores y amigos? ¿Festejaba a ojos de propios y extraños, sabedor de que su imagen circularía en  redes sociales, solamente el fin de su gobierno? ¿O era simplemente una manera de relajarse, desestrarse y decir adiós a una responsabilidad que la historia se encargará de juzgar al paso de los años?

El cierre de la administración de Sandoval Díaz se caracterizó por dos cosas: 1. El estado bañado en sangre a manos del crimen organizado -agentes federales y del Ejército asesinados- y por la delincuencia común -asaltos a mano armado y homicidios de quienes se resistieron a ser asaltados-; 2. La “inauguración” con bombo y platillo de obras inconclusas -mera simulación- algunas de las cuales, como arterias y el planetario, tuvieron que ser cerradas nuevamente para su conclusión o reparación por no estar en condiciones de ser puestas en operación.

Las opiniones en chats y en redes sociales fueron encontradas sobre las imágenes difundidas, unas a favor o que justificaban esa manera de festejar y otras, por supuesto, reprobando que así lo hiciera cuando a su consideración su gobierno había quedado a deber.

“Mientras él festeja, familiares de los cientos de muertos y desaparecidos sufren el dolor de la pérdida de su ser querido”, recriminaban en un texto.

Sin duda, para Aristóteles Sandoval y sus colaboradores no fue más que una reunión de amigos, una convivencia como lo hacen muchos jaliscienses más, independientemente de si fueron funcionarios públicos o no, pero para otros el ex gobernador nada tenía que festejar de esa forma a los ojos de los jaliscienses.