Más allá de la forma en que fue electo como dirigente estatal del Partido Movimiento Ciudadano-por “dedazo” al más puro estilo priista, decía días atrás-,  Guillermo Medrano tiene el enorme reto de estar a la altura de lo que ha sido el alfarismo en Jalisco desde que el alcalde Enrique Alfaro Ramírez llevó a su partido a la segunda posición como fuerza política en 2012.
Cuesta trabajo creer que Medrano será quien tenga el mando político como dirigente del partido, a sabiendas de que ahí no se mueve la hoja de un árbol sin la voluntad y autorización de Alfaro Ramírez, y es más fácil suponer que interpretará el papel de “pararayos” para evitar el desgaste político de éste que ya de por sí lo sufre con su tarea de gobernante.
Pero frente a esta presunción que podría atreverme a decir es generalizada, Medrano tiene la oportunidad de demostrar en lo hechos que hará valer la responsabilidad que le otorgó Enrique Alfaro con el aval del dirigente nacional Dante Delgado, y lo primero que tendrá que hacer es salir a dar la cara ante los medios de comunicación cuando deba hacerlo y no resguardarse en las paredes de la vieja caso de la avenida La Paz.
Y es que será fácil marcar la diferencia frente al resto de los dirigentes estatales de los partidos políticos en Jalisco, ante quienes Guillermo Medrano se observa como el más débil. En teoría, resulta nada fácil esperar un “tú por tú” del dirigente alfarista frente a los experimentados Miguel Ángel Martínez Espinoza, del PAN; José Socorro Velázquez Hernández, del PRI; Raúl Vargas López, del PRD; y el habilidoso Enrique Aubry de Castro Palomino, del Partido Verde Ecologista.
Incluso, el perfil de Medrano no está a la par del resto de los alfaristas integrantes de la “burbuja” naranja: Ismael del Toro, Hugo Luna, Alberto Uribe, Salvador Caro, y no se diga de Enrique Ibarra Pedroza y Esteban Garaiz Izarra.
Por eso no le será fácil a Memo Medrano proyectar la imagen que debe de tener el dirigente del partido político que para muchos tiene amplias posibilidades de alcanzar la gubernatura en el 2018 y que hoy gobierna, como él mismo lo dijo en su designación y toma de protesta, al 63% de la población jalisciense.
Lo que sí podemos esperar del dirigente pemecista es la ejecución de un trabajo político en los municipios del resto del estado, fuera de la zona metropolitana, donde tendrán que trabajar para armar la estructura que aún no consolida del todo Movimiento Ciudadano para las próximas elecciones.
Quizás esa sea la tarea encomendada a Medrano: atender a los municipios fuera de la metrópoli, de la cual se encargaría de trabajar el mismo Ibarra Pedroza en su papel de presidente del Consejo Ciudadano, pero ambos con la supervisión de Alfaro.
Este escenario es fácil trazarlo de acuerdo a lo que se ha observado en la aún corta vida del Partido Movimiento Ciudadano, pero sin duda que nada será más grato para quienes estamos a favor de la existencia y fortalecimiento del sistema de partidos en nuestro país que ver a un dirigente de uno más de estos institutos políticos con la fuerza y estatura necesaria para ser competitivo.
Así, pues, Guillermo Medrano es hoy una incógnita sobre lo que será su papel como dirigente del Partido Movimiento Ciudadano, pero sin duda que tendrá los ojos de propios y extraños puestos en él y en su trabajo, y seguramente llegado el momento su papel y trabajo será juzgado y calificado. Al tiempo.