¿Qué tipo de dirigente quieren los priistas del país? ¿Qué nombre y apellido puede lograr, si no el concenso si la aprobación mayoritaria de la militancia del Revolucionario Institucional?
Pregunto lo anterior porque hace mucho tiempo que no escucho aplausos mayoritarios del priismo jalisciense y nacional por la llegada de su nuevo presidente. Si es mujer, porque es mujer; si es político experimentado, porque entonces no conoce las nuevas formas de hacer política; si es joven, porque le falta experiencia; si es tecnócrata, porque es tecnócrata…
Cuando el presidente Enrique Peña Nieto designó a Manlio Fabio Beltrones presidente nacional del PRI, se alzaron voces de aprobación porque llegaba a la dirigencia uno de los políticos más y mejor hechos del país, porque era uno de los hombres más y mejor informados, porque era la experiencia que requería el priismo para encaminarlo al triunfo en la totalidad o mayoría de gubernaturas en juego en este 2016…
Pero también hubo voces que reprobaron su designación por considerar que el PRI daba pasos atrás en la historia, porque creían que su partido requería de una cara fresca, que entendiera las nuevas formas de hacer política; porque demandaban un dirigente que sumara a los jóvenes que entraban a su responsabilidad de ciudadanos, un presidente que hiciera “click” con estas nuevas gneraciones.
La desastrosa derrota del pasado mes de junio llevó a los críticos de Beltrones a reclamar que tenían razón en haberse opuesto a su llegada al CEN. Sus seguidores siguen aún en “shock” al no entender aún qué sucedió y por qué la suma de tantas derrotas.
A la renuncia de Manlio Fabio, el presidente Peña Nieto no sólo mantiene la tradición de ser quien decide quién llega a la dirigencia de su partido sino que se da en un marco de la más vieja tradición priista: la de la “cargada” de sectores y organizaciones para con el nuevo ungido por el gran “dedo” presidencial.
Y es así que el cuarenteño -43 para ser exactos- Enrique Ochoa Reza llega a la oficina principal del edificio de Insurgentes Norte para llevar las riendas del priismo en el país, seguido de una enorme ola de inconformidad, protesta e irritación por su falta de oficio político, por su inexperiencia, por su perfil tecnócrata y no político, porque arrastra la duda de su militancia partidista, porque su única carta de presentación como priista es una fotografía saludando al extinto Luis Donaldo Colosio y una credencial que acredita su militancia desde 1991 -no obstante haber declarado años después una cosa diferente- y firmada por el fallido candidato presidencial, por haber negado su militancia priista cuando pretendió ser consejero electoral…
Los políticos-políticos se sienten ofendidos y buscan rebelarse con simples pero elegantes declaraciones con la que indirectamente descalifican a su nuevo dirigente. Pero no se atreven a dar un paso a un lado. Lo más que hacen es quedarse en el mismo lugar, quizás en espera de una oportunidad que les permita sonreirle aprobatoriamente al ex director de la Comisión Federal de Electricidad.
Deveras que al leer y escuchar a los priistas no quedar contentos con ninguno de los designados como su nuevo dirigente, encontrándole todos los defectos y pocas o nulas virtudes, sigo preguntándome ¿quién carambas lograría dejarlos contentos?
Creo que el problema del PRI, para estos casos, son los propios priistas.