Como si desconocieran las reglas no escritas dentro del PRI y el papel determinante que juega en la toma de decisiones el primer priista del Estado, y como siempre hasta el propio Comité Ejecutivo Nacional, los detractores -internos y externos- del dirigente estatal del partido, Héctor Pizano Ramos, han emprendido en redes sociales una furibunda campaña en su contra responsabilizándolo, incluso, del éxodo de militantes registrado cuando se definieron las candidaturas a los cargos de elección popular en juego y los renunciantes no alcanzaron una de ellas.
Aunque esta acusación cae por su propio peso cuando se conocen los detalles y pormenores del por qué de las renuncias de ex priistas como Claudia Delgadillo, Sergio Chávez, Luis Gómez, Timoteo Campechano, Hilario Rodríguez, Marcos Godínez, Salvador Rodríguez, Enrique García, Jaime Prieto, Gerardo Degollado y Laura Plascencia, entre otros, se insiste en adjudicársele a Pizano Ramos la responsabilidad de esas decisiones personales.
La acusación de que Héctor Pizano es responsable de que los arriba mencionados, entre otros, renunciaran a su militancia de muchos años dentro del PRI se revierte cuando se sabe que algunos de ellos quisieron ser candidatos y el “palomeo” no fue a su favor por parte de quien tiene esa tarea, que en estos casos no siempre fue el dirigente estatal; otros tomaron esa decisión porque quisieron imponer sus condiciones, creyéndose que eran los “salvadores” de su partido en el municipio o distrito a contender; y algunos más porque prácticamente ya trabajaban para el adversario desde el interior del PRI. Y varios más renunciaron porque les ofrecían un espacio que no era el que ellos querían.
Nadie puede ignorar que los renunciantes dieron ahora este paso porque, a diferencia de tiempo atrás, hoy tenían una “red de protección” en donde caer, como son los partidos Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y Movimiento Ciudadano. El primero los aceptó por falta de cuadros competitivos con los cuales contender, mientras que el segundo prácticamente ya los tenía “en la bolsa” desde hace tiempo y sólo era cuestión de tiempo para que se desenmascararan al no alcanzar una candidatura.
Tampoco debe sorprender que el “fuego amigo” del que es objeto Héctor Pizano tiene como objetivo -lo advertí en una entrega anterior- apoderarse del partido y desde ahí administrar la derrota que ven venir, antes que cerrar filas y fortalecer a su dirigencia, al partido mismo y a los candidatos con miras a la jornada electoral. Como en 1995 y durante los 18 años siguientes que fueron oposición, hay quienes ven en el partido la única opción para refugiarse.
En este sentido, algunos adversarios de Pizano, dentro del PRI, recurren a terceros para soltar toda la “batería” en su contra, a través de falsos perfiles en las redes sociales, apostándole a que será replicada por aquellos inconformes que no se atreven a reclamarle a los “cuatro vientos” a quienes toman las últimas decisiones y prefieren apuntar al dirigente estatal, en ocasiones hasta como un simple desahogo.
Sin embargo, propios y extraños -empresarios, industriales, organismos ciudadanos y militantes priistas- reconocen el trabajo que Pizano Ramos ha realizado al frente de la dirigencia del PRI -lo hizo más combativo, despertó el orgullo partidista-, como secretario del Trabajo y como diputado, espacios desde donde ha promovido la equidad de género, la desaparición del fuero (#fueraelfuero), la reducción de las prerrogativas a los partidos políticos (#partidosalamitad) y el impulso para la apertura de espacios laborales para desempleados en general y en lo particular para adultos mayores y personas con discapacidad.
Pero en estos momentos, cuando el escenario político-electoral no es del todo favorable para el Revolucionario Institucional, la “guerra intestina” dentro del PRI, la lucha por el poder y los espacios, se agudiza, sin importar que con ello las probabilidades de triunfo se reducen aún más y debilita a su principal candidato: Miguel Castro Reynoso.
Y miren que hoy muchos de los detractores de Héctor Pizano son los que en su momento le aplaudieron a rabiar cuando advirtieron el interés del Grupo Universidad de llegar a la dirigencia del partido a través de Leobardo Alcalá Padilla. No pocos de los que lo alabaron ayer, son sus detractores hoy.
Ya habrá tiempo, pues, para hacer un recuento de lo que sucederá el primero de julio y la valoración de las decisiones que se tomaron al interior del PRI.
Al tiempo.