Los textos de Jorge Narro Monroy en Mural el pasado lunes 18 -“El SEA capturado”- y los de ayer de Gabriel Torres en Milenio -El grupo ITESO”- y de David Gómez Álvarez también en Mural – “ITESO y el Jefe Máximo”-, dejan constancia de lo que siempre se ha sospechado: que el Sistema Estatal Anticorrupción y su Comité de Participación Social (CPS) son un “botín” que se disputan los grupos fácticos ante la complascencia del gobierno estatal.

Y en este caso la “manzana de la discordia” con el que se ejemplifica dicha batalla, concretamente entre el Grupo Universidad y el Grupo Iteso, es el recién electo miembro del CPS, Gómez Álvarez, otrora catedrático de la Universidad Jesuíta y actualmente maestro de tiempo completo en la universidad pública, quien en su texto pretende negar lo que para muchos es más que evidente.

Escribió: “Tan inverosímil es la existencia del ‘grupo ITESO’, como lo es la idea de que los académicos de la segunda universidad pública del país le responden a un ex rector”. Es algo similar a aquello como cuando se niega la existencia del grupo extremista El Yunque.

Lo que dejan ver los tres textos aludidos líneas arriba es el pleito entre los grupos políticos-académicos de ambas instituciones de educación superior que prácticamente han controlado o pretenden controlar los organismos investidos de “ciudadanos” para cuidar o dirigir los intereses, precisamente, de los grupos a los que pertenecen o representan, gracias a que con su apoyo lograron llegar a ocupar esos cargos. Lo que ahí escriben, es la mejor prueba de ello.

¿O no recuerdan que los aspirantes a formar parte o encabezar a estos organismos “ciudadanos” -siempre entre comillas-, van y tocan la puerta del Jefe Máximo del Grupo Universidad o buscan el cobijo de esos grupos como el del Iteso o la Universidad Panamericana? Basta darse una vuelta por los pasillos del Congreso del Estado, en su momento, para confirmar quiénes llegan “charoleando” con la venia del ex rector, por ejemplo.

Pero no nos extraña porque esa ha sido la constante en la integración de estos organismos pseudociudadanos, de los que los poderes fácticos se apoderan según la relación o influencia que tienen con el gobierno estatal en turno, o incluso con algunos gobiernos municipales. La disputa pública que atestiguamos ahora en las páginas editoriales de estos diarios, es el extremo de esta lucha. Pretender decir otra cosa es falso.

Ese es uno de los motivos por los cuales la ciudadanía en general no cree ni tiene confianza en esos organismos, incluso ni siquiera les interesa su actuación y mucho menos quiénes los integran, porque saben que responden a muchos intereses menos los ciudadanos. Su existencia es preocupación e interés, precisamente, de esos grupos fácticos y del llamado “círculo rojo”. Nada más.

Pero en este caso, lo que deberían de preguntarse propios y extraños es en qué terreno y con qué “cachucha” será la actuación pública de quien hoy es la “manzana de la discordia”: David Gómez Álvarez.