Mal hacen aquellos que quieren quemar “en leña verde” al magistrado del Tribunal Administrativo, Armando García, por haber emitido una resolución en la que instruye al Ayuntamiento de Zapopan a que suspenda los trabajos de construcción de la Villa Panamericana, con lo que por supuesto pone en riesgo la celebración de esta justa deportiva continetal.
Acostumbrados a actuar más con el hígado y el estómago que con la mente, porque pretenden que las cosas se hagan por su simple voluntad y capricho, pasando por encima de las leyes por la única razón de que son la autoridad, muchos de los que se “rasgaron las vestiduras” ante la decisión del Magistrado y gritaron a los cuatro vientos -incluidos algunos medios de comunicación y periodistas- que hay un “boicot” en contra de los Panamericanos, que es un complot, que hay “cangrejos”, que son malos jaliscienses y malos mexicanos, deberían de mirar atrás y no solo el “jugoso” negocio del futuro.
En su momento, cuando se decidió que la Villa Panamericana se construiría en la zona de El Bajío, hubo voces autorizadas que advirtieron que eso no era posible y previeron lo que hoy sucede y tiene detenidas las obras de construcción.
Se les ignoró, se les tildó de “opositodos”, y ahora una decisión legal fundamentada en argumentos técnicos les da la razón. Y ante ello, sus críticos no tienen argumentos con qué responderles y echar atrás la resolución del magistrado Armando García. No, simplemente recurren a la descalificación.
¿Y por qué lo hacen? Porque saben que por su capricho son responsables del riesgo que hoy corren los Juegos Panamericanos de no llevarse a cabo si la Villa no es concluida y opera.
Los que hoy quieren llevar a la “horca” al magistrado García y ven “moros con tranchete” en cada uno que les escupe argumentos sólidos, legales y técnicos de por qué la Villa no puede construirse como se pretende en la zona de El Bajío, son los mismos que en su momento presionaron, y muy fuerte, para que las instancias correspondientes dieran su aval y los permisos correspondientes.
Y si no, pregúntenle a Martha Ruth del Toro Gaytán y Juan Sánchez Aldana. Ellos saben mucho de lo que hoy sucede.