Cuando se habla de política en Jalisco se habla de “ciudadanos”, así entre comillas; de organizaciones de la sociedad organizada -no es lo mismo que lo anterior-; de poderes fácticos, de empresarios, pero poco se habla de los políticos-políticos.
Y quisiera subrayar: de políticos-políticos serios, porque ahora pareciera que a no pocos que son políticos les da vergüenza seguir siéndolo o temor de ser identificados como tal y se disfrazan de “ciudadanos” o “independientes”, cuando no son ni lo uno ni lo otro.
Hoy el tema es hablar de que los próximos candidatos de los partidos políticos serán: o empresarios o académicos, porque no hay políticos que presuntamente cubran el perfil que exige la ciudadanía, sin definir cuál es ese perfil que ya nadie o muy pocos cubren; por lo tanto, se parte de una idea errónea que lo único que hace es reconfirmar que los políticos-políticos se avergüenzan o temen confesar y demostrar que lo son.
Y así como prácticamente han desaparecido los políticos, también se ha esfumado el discurso político, aquel que iba impregnado de principios, de una ideología que enorgullecía a quienes lo dictaban ya fuera en un auditorio o en una plaza pública, y a quienes lo escuchaban por coincidir con él. Y quienes no coincidían, entonces tenían un motivo para iniciar y sostener una discusión con argumentos de fondo.
Hoy el discurso, como la conducta de quienes hacen política, es pragmático. Se emite aquello que el auditorio quiere escuchar, lo que quieren que se les diga. Hoy el discurso es para satisfacer un sentimiento y no un razonamiento. Y eso cualquiera lo puede hacer, hasta un “merolico”, con respeto para los buenos merolicos, porque hasta para eso se requiere una capacidad muy particular que no todos tienen.
Hoy el discurso es simplemente para las redes sociales.
Soy reiterativo en reclamar que los partidos políticos han descuidado y hasta menospreciado sus escuelas de cuadros. Y cómo no si hoy los nuevos partidos, y hasta quienes ya tienen una larga vida en el país y en el estado, lo único que hacen ahora es intercambiarse personajes que carecen de principios y que se venden al mejor postor. El mejor ejemplo de ello son los partidos Movimiento Ciudadano y Morena, por mencionar a los más recientes, aunque el primero es la mejor prueba del pragmatismo puro donde lo que importa es la cantidad, no la calidad.
Y tenemos a representantes de estos nuevos partidos recorriendo los municipios no en busca de formar sus propios cuadros, sino detrás de aquellos inconformes y resentidos con su actual partido para “secuestrarlos” ofreciéndoles las “perlas de la virgen”, sin importar la ideología que profesen, si es que tienen alguna.
De sus principios, mejor ya ni hablamos.
Quizás ese es un motivo por el que los ciudadanos -sin comillas-, están decepcionados de los partidos políticos y de los “políticos” que han llegado al poder, porque los primeros con tal de llegar al poder no ponen la atención necesaria para ver a quién postulan, y los segundos, sin principios ni ideología alguna qué defender, han distorsionado la política con el único fin de satisfacer sus ambiciones personales que mucho tiene que ver con el enriquecimiento, con el ocupar un cargo público para hacer negocios o, cuando menos, con el estar en la nómina desde donde se puede transar mediante los mecanismos más sofisticados a los que se les ha dado cualquier denominación menos “corrupción”.
Así, pues, en vísperas de ver brotar a infinidad de aspirantes a diversos cargos públicos en los diferentes partidos políticos, lo menos que podemos exigir a éstos es que recuperen nuevamente la capacidad de crear, de formar sus propios cuadros, y estoy seguro que será entonces cuando los farsantes de hoy se quedarán fuera y las carpas que han montado de todos los colores volverán a ser el escenario digno que algún día fueron el auditorio o la plaza pública.