Con la engañosa bandera de llevar a la “ciudadanía” al poder, hoy nos encontramos con la enorme disyuntiva de: ¿Y dónde ponemos a los políticos?
Surgidos de las filas de un partido político o postulados como candidatos por un partido político, los hombres que llegan al poder se avergüenzan de autodefinirse como políticos y se definen graciosa y absurdamente como, primero,  candidatos “ciudadanos” y después simplemente como “gobernantes”.
A la hora de integrar a su equipo de colaboradores, se “apanican” y tienen miedo de incluir en él a políticos experimentados, que no necesariamente deben de ser entrados en años, y el temor es mayor si éstos demuestran tener una amplia militancia partidista, cualquiera que sea el color.
Quienes llegan al gobierno lo hacen temerosos por encontrar fuera del partido político que los postuló a los hombres y mujeres en número suficiente que llenen los espacios que deben de llenar, rogando no tener que verse en la necesidad de recurrir a un político-político.
Y si deben de buscar a sus colaboradores en las filas de su partido, entonces que tengan el perfil “ciudadano” que llene las expectativas, no de la ciudadanía sino de sus principales críticos, de quienes conforman el llamado “círculo rojo” y que tienen una fuerte presencia en los medios de comunicación.
Si, es cierto, los políticos-políticos se encargaron desde el poder de desprestigiar a los de su clase y hoy pagan el precio de eso. “En el pecado llevan la penitencia”, reza el dicho popular.
Y es por eso que hoy se aplaude al gobernante que hoy suma a su alrededor a funcionarios con perfil “ciudadano”, a quien “ciudadaniza” su gabinete, y se condena y critica a quien osa integrar en él a políticos experimentados. Sin embargo, en ambos equipo hay buenos y malos, y quizás haya más buenos políticos en un equipo que buenos funcionarios “ciudadanos” en el otro.
Pero todo está por verse.
Más siendo la tendencia a desplazar, a “guardar”, a “archivar” a los políticos-políticos, la pregunta es: ¿Y qué hacemos con ellos? ¿Dónde los vamos a poner?
Y los arrinconan, mientras los “ciudadanos” desde el gobierno experimentan nuevas formas de hacer política, pero sin resolver los principales problemas de la ciudadanía que hoy sigue padeciendo la falta de los principales servicios básicos: No tienen agua potable, no tienen pavimento, carecen de un buen servicio de transporte público, por muchos viajes que hacen a Colombia y por mucho que traigan a expertos a “vendernos espejitos”.
Los problemas que no supieron o lograron resolver desde el gobierno los políticos-políticos, son los mismos problemas que hoy padece la ciudadanía y no logran resolver nuestros gobernantes “ciudadanos”.
Ah, y si se trata del grave problema de la corrupción en el gobierno, ya vimos que no es patente de los políticos-políticos, ¿eh? Hoy nuestros flamantes gobernantes “ciudadanos” han salido iguales o peor de rateros que algunos de aquellos.
Y la impunidad sigue campeando en todos los niveles de gobierno.
Ahí sí, nuestros gobernantes con perfil” ciudadano” no han encontrado, ni se han molestado en hacerlo, una fórmula efectiva contra la corrupción. Es más, en las áreas de gobierno encargadas de prevenir o combatir y castigar los actos de corrupción colocan a sus fieles, a sus cercanos colaboradores y amigos, igual que lo hacían los políticos-políticos.
En este renglón no importa qué tan “ciudadano” eres en el gobierno.
Así, pues, hoy les damos la bienvenida a las nuevas administraciones municipales en todo el estado, y en ellas hay tanto gobernantes que integraron su gabinete con políticos-políticos como quienes los conformaron con funcionarios de perfil “ciudadano” u otros los mezclaron.
Ya veremos quiénes entregan mejores cuentas. Mientras tanto, encontremos respuesta a nuestra pregunta: ¿Y dónde ponemos a nuestros políticos?