Los presidentes emanados del PRI siempre han tenido una profunda inclinación por el centralismo, por controlarlo todo desde la Presidencia de la República. Enrique Peña Nieto no es la excepción.
Contrario a la tendencia federalista que se venía imponiendo en las últimas décadas, en los dos años de la administración de Peña Nieto hay claros indicios de reversión hacia el centralismo.
Estos son algunos botones de muestra:
1. La intervención directa del gobierno federal en funciones que corresponden a los gobiernos estatales y municipales, como ha sucedido ya en Michoacán, Nuevo León y Estado de México. En términos claros, la administración peñista no quita gobernadores -como hacían en el pasado los presidentes priistas- pero sí les quita el gobierno a los gobernadores.
La figura del Comisionado en Michoacán es una muestra mayor de esta imposición centralista, al anular éste en los hechos al gobernador electo de esa entidad.
2. La creación del Instituto Nacional Electoral en lugar del IFE y la absorción de éste de los institutos electorales estatales (que designaban los congresos de cada estado), hoy convertidos en Organismos Públicos Locales, dependientes de la autoridad federal.
3. La eliminación de los tribunales electorales estatales y su sustitución por nuevos tribunales designados desde el Senado de la República.
4. La concentración de la nómina magisterial en el gobierno federal, cuando antes correspondía a cada estado su manejo y administración.
5. La creación de la Gendarmería Nacional, dependiente de la Secretaría de Gobernación, que interviene en los estados -con y sin coordinación con las autoridades locales- muchas veces sustituyendo atribuciones que corresponden a los estados y municipios en materia de seguridad e inteligencia.
6. La promulgación de un código penal único para todo el país, quitando de facto a los estados su atribución de legislar en materia penal.
7. El debilitamiento de la Conago (Conferencia Nacional de Gobernadores) que durante los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón actuó como un contrapeso del poder presidencial.
8. La imposición de proyectos de infraestructura sin consultar con los estados en los que se ejecutarán éstos, como en el caso de la línea 3 del Tren Eléctrico de la zona metropolitana de Guadalajara.
Claro que siempre se anteponen argumentos para justificar estas acciones y otras que están por venir, pero en el fondo lo que subyace es una fuerte vocación centralista y un desprecio al sistema federal.