El aceptar la invitación del presidente Felipe Calderón para ser el nuevo embajador de México en España, lo menos que podemos creer es que Francisco Ramírez Acuña es de los convencidos de que Josefina Vázquez Mota no ganará las elecciones del uno de julio próximo.
Y eso, digan lo que digan, es un mensaje que debe preocupar al panismo.
Más allá de aquellos malquerientes del ex Gobernador que consideran su designación como un castigo o un envío al exilio -yo creo que no es así-, esta designación también nos demuestra que poco o nada puede hacer ya Ramírez Acuña en el equipo de Vázquez Mota para ayudar a remontar la ventaja que le lleva el priista Enrique Peña Nieto.
Hay que recordar que Francisco Ramírez Acuña fue llamado a integrarse al equipo de la candidata en el más reciente y urgente reajuste que la panista hizo de su equipo ante la serie de tropiezos que venía registrando y que amenazaban con llevarla al precipicio. El diputado fue llamado, junto con otros panistas, como refuerzo, para enderezar el barco y zarpar rumbo a la victoria. Se entendió que su experiencia para hacer enlaces y alianzas políticas era fundamental en la campaña panista.
Sin embargo, algunas voces aseguran que el jalisciense no logró romper el primer círculo de Vázquez Mota y su trabajo de apoyo era prácticamente inútil. ¿O es lógico creer que si su integración al equipo de Josefina fue un éxito y que todo asegura que ganarán las elecciones, prefiera dejar ese futuro promisorio e irse al exterior? Creo que no.
Por ello, quizás Ramírez Acuña decidió dejar ese barco antes de que se “hunda”, y cerrar su ciclo político como lo ansían muchos panistas de viejo cuño: tener el orgullo de haber sido embajador de México en España.
Por eso soy de los convencidos de que pese a que a esta administración le restan siete meses, la designación de Ramírez Acuña obedece más a ese deseo que el presidente Calderón le concendió, y de esta manera el ex titutlar de Bucareli estaría lejos de estas tierras cuando el PAN tenga que entregar el poder.