La periodista Marta Anaya escribió:
“Primero fue el silencio, el temor, el desconcierto. El temblor que no paraba. Las lámparas moviéndose, los cristales rompiéndose, el piso oscilando. Y luego… el interior de la tierra tronaba. Los edificios desplomándose, las casas que caían, las escuelas desbaratándose. Y la gente gritaba, lloraba, imploraba…
“Unos corrían por las calles. Se abrazaban a sus seres queridos. Otros rezaban de rodillas a las puertas de sus casas. La gente huía. Huía sin saber a dónde. Los cables de luz se golpeaban; brincaban las chispas. Los relojes se habían detenido (…). Nadie sabía qué hacer y el temblor seguía…”.
El periodista Jorge Escobosa Licona, redactó:
“Un pico, una pala, un soplete, algo que me ayude, aquí hay alguien que pide ayuda, auxílienme por favor, el grito salió desgarrador, de uno de los socorristas de la Cruz Roja, uno de los miles de héroes que se unieron al Ejército y pueblo mexicano en la tragedia que provocó el sismo que azotó a algunos estados de la República…
“Por la noche, y pese a trabajar con lámparas, los bomberos lograron contactar, por medio de voces, con un grupo de chiquillos. Les dijeron que eran como 18 y estaban en un lugar sin peligro y que tenían aire, ‘que nadie se preocupe’, afirmaron los valerosos chamacos. Enseguida pidieron solamente un favor: ‘traigan agua y comida, tenemos mucha sed y hambre, de lo demás no se preocupen’, dijeron…”.
El primer texto se publicó en el periódico Excelsior, y el segundo en el diario El Universal el 20 de septiembre… pero  de 1985.
Ambos textos bien pueden repetirse el día de hoy tras el sismo de 7.1 que azotó a la Ciudad de México, Morelos, Puebla, Guerrero y el Estado de México. Son las mismas escenas, pero diferentes protagonistas. Quizás son las mismas calles de hace 32 años, pero sin duda la escena fiel de lo sucedido aquel 19 de septiembre de 1985 y el 19 de septiembre del 2017 es la imagen que acompaña este texto: la solidaridad de la población.
Esta fotografía pudimos haberla sacado de nuestro archivo -como sacamos las ediciones de los dos diarios capitalinos mencionados y que ya proyectan un color amarillento-, pero no. Es una gráfica de anteayer, del martes 19, aunque la escena es la misma y que se replicó en decenas de lugares de la capital del país y de los demás estados afectados.
Quizás la periodista Marta Anaya nunca se imaginó que nuevamente, 32 años después, iba a volver a escribir sobre el mismo hecho, sobre el mismo dolor, sobre la misma tragedia.
Ayer redactó en las páginas del periódico El Heraldo de México:
“El movimiento de la tierra que apenas si te deja caminar, los gritos y los rezos de la gente, el abrazo de quien te acompaña, tratando de mantenerte en pie, los edificios que truenan y parece que se te viene encima. Luego, las imágenes de edificios derrumbándose, el polvo iluminado alzándose sobre la ciudad, silencio… Un silencio profundo, inmenso, terrible.
“Después, los gritos y los rezos. Gente corriendo bañada en llano, clamando ayuda. Edificios colapsados, gente atrapando, gritando desde lo alto o gimiendo bajo los escombros…”.
Si nos dijeran que este texto lo escribió Marta Anaya hace 32 años, lo creeríamos. Pero ello se encargó de ubicarnos en el tiempo al inicio de su crónica de la siguiente manera: “Nunca imaginé que volvería a vivir algo semejante a lo de 1985”.
Si, todo nuestro reconocimiento a esa sociedad civil que nuevamente dio ejemplo y muestras de solidaridad indestructible en momentos de desgracia. Sí, todo el aplauso para los voluntarios de distintas organizaciones y organismos que se movilizaron desde todo el territorio nacional y hasta del extranjero hacia las entidades afectadas. Todo nuestro respeto para miembros de las corporaciones de Bomberos, Protección Civil, corporaciones policiacas, de Vialidad. Y todo nuestro agradecimiento para todos y cada uno de los miembros del Ejército y la Marina.
Pero vaya este texto -recordando el trabajo de Marta Anaya y Jorge Escobosa-, como un amplio reconocimiento, para todos mis colegas, reporteros y periodistas, camarógrafos y fotógrafos de los medios de comunicación nacionales e internacionales, que desde el primer momento y hasta ahora han realizado una tarea infatigable para mantenernos informados, al tanto de lo que sucede cronológicamente, gracias a lo cual hoy volvemos a ser testigos de la historia.
El de periodista, sí, un oficio inigualable…