Gilberto Pérez Castillo
Emilio González Márquez y su equipo constituyen tal vez el gobierno más ineficaz en la historia moderna de Jalisco.
La lista de proyectos que han concebido y que han abortado es muy larga. Y a cada derrota Emilio y los suyos han buscado a quien culpar de sus incapacidades políticas y gubernamentales.
Renovación de placas (el famoso Placazo), impuesto especial para la Primavera, aumento del refrendo vehicular, el donativo para la construcción del Santuario de los Mártires (el Limosnazo), la presa de Arcediano en la barranca, un estadio en la Barranca de Huentitán, las villas panamericanas en el Parque Morelos, derrocar a Raúl Padilla y su grupo del control de la Universidad de Guadalajara, el estadio de atletismo en el Bosque La Primavera y el Macrobús son algunos de los proyectos que no pudieron concretar Emilio y su equipo.
Para cada fracaso el manual emilista manda imponerle un culpable externo: en su tiempo fueron Francisco Ramírez Acuña, Eduardo Rosales y Jorge Salinas (cuando éstos eran los mandones del Congreso y del PAN Jalisco); en otros casos han sido las organizaciones sociales; por supuesto el Congreso del Estado ha jugado ese papel cuando así ha convenido; ni que decir de la Universidad de Guadalajara y Raúl Padilla (convertido en el coco emilista); y ahora los alcalde priistas de Guadalajara, Zapopan y Tlaquepaque.
Emilio y su equipo resultaron tan rijosos como ineficaces, aficionados a las imposiciones pero incapaces de concretarlas, reacios a la concertación y a la eficacia.
Y aunque todavía hay quienes les creen -sobre todo los dirigentes empresariales- que su ineficacia es culpa de los opositodo, cada día que pase, rumbo al fin de la administración, y cuando se empiece a hacer un juicio sereno de lo sucedido, los jaliscienses nos iremos dando cuenta que en realidad Emilio, Herbert Taylor, Alonso Ulloa, Diego Monraz, Fernando Guzmán y el resto del equipo han sido unos verdaderos nadapueden.