Gilberto Pérez Castillo

Desde que nació la política los políticos han buscado los lugares más adecuados para hacer sus arreglos. En la época moderna los restaurantes y los cafés se han convertido en los sitios privilegiados para intercambiar información, dejarse ver, proponer cosas, construir y romper acuerdos y para hacer intrigas.

Esta costumbre de la política tiene una importante repercusión en la economía de la industria restaurantera. Buena parte de la venta de lunes a viernes en restaurantes y cafeterías se debe a los consumos de la clase política y sus sectores satélites: periodistas, consultores, proveedores, contratistas, informantes, mecenas y aspirantes a políticos.

Los políticos y sus anexos, cuando acaban sintiéndose cómodos en determinados lugares, los adoptan y los convierten en espacios de intenso intercambio político.

En esa categoría se ubicó desde hace años el Martinique, un restaurante-cafetería ubicado por la avenida López Cotilla, frente al Centro Magno.

El Martinique nació pretencioso. Decorado de manera elegante, un tanto recargado, intentó convertirse en un centro de reunión clasemediero. Pero la construcción del Centro Magno, precisamente en frente de su terraza, hizo pasar al Martinique por una difícil etapa que pudo sortear.

Una vez terminada la obra del Centro Magno y reestablecida un tanto la armonía de la zona, los políticos descubrieron el Martinique y empezaron a frecuentarlo.

El buen café, su ubicación y la comodidad del lugar fueron parte del atractivo que políticos de todos los colores y sabores encontraron para hacer de este restaurante un centro donde se tomaron muchas decisiones que afectaron a la política local.

En una de las mesas del Martinique Arturo Zamora Jiménez, todavía alcalde de Zapopan, se comprometió con Enrique Ibarra Pedroza a apoyarlo en la elección de Presidente del Comité Estatal del PRI; compromiso que Zamora pronto rompería para acabar apoyando a Javier Galván.

En el salón y en la terraza de este café Ramiro Hernández repasó una y otra vez sus alianzas para pelear por la candidatura del PRI a Gobernador del Estado. Aquí también revisó sus estrategias para pelear su candidatura para el Senado.

En las mesas del lugar los priistas que se pasaron al PRD se reunieron a revisar estrategias y a sostener reuniones con los enviados del equipo de Andrés Manuel López Obrador, como fue el caso del ex gobernador de Zacatecas Ricardo Monreal.

Entre los panistas, Rodolfo Ocampo, Fernando Guzmán, Eduardo Rosales y Alfredo Argüelles frecuentaban sus mesas y Alberto Jiménez lo había convertido en un centro de operaciones.

En una de las mesas más visibles se dejó ver hace unas semanas el jefe del grupo político de la Universidad de Guadalajara, Raúl Padilla López, con Carlos Briseño Torres, uno de los aspirantes a Rector General.

Por ahí se aparecía también Ricardo Gutiérrez Padilla, ahora panista y desterrado del grupo político universitario desde que fue obligado a renunciar al cargo de Vicerrector.

El Ex rector Víctor González Romero, ahora cercano colaborador del próximo gobernador panista, Emilio González Márquez, tuvo en el Martinique su primer encuentro con el Secretario General de la Universidad de Guadalajara, Carlos Briseño Torres, para inaugurar su función de enlace entre el equipo del futuro gobernante y la casa de estudios.

También escogieron hace dos semanas este café un grupo de jóvenes políticos panistas, los del llamado acuerdo generacional, para convencer a los hermanos Razón de Tlaquepaque de que se sumaran al grupo.

En las últimas semanas quienes serán diputados electos por la Coalición PRD-PT se reunían ahí alrededor de quien será su coordinador, Samuel Romero Valle, quien también se sentó en una mesa del Martinique hace poco para ponerse al tanto de la situación del Congreso del Estado con los diputados perredistas salientes, Manuel Villagómez, Roberto López y Salvador Cosío.

Pero, por ese tipo de cuestiones que se dan entre arrendatarios y arrendadores cuando el propietario de una finca decide venderla, el Martinique fue obligado a cerrar la tarde del pasado jueves 26 de octubre causando conmoción en una parte de la clase política que lo había convertido en un lugar habitual.

Desde ese día Falcón, el cartonista del Público, ya no tiene la mesa de diario para desayunar e informarse, ni Bruno López tiene ese lugar donde levantó algunas de sus entrevistas.

Por todo esto, por el papel que jugó en los últimos años como centro político, no puede dejarse pasar así nomás la noticia del cierre del restaurante-café Martinique. *Publicado en el Semanario Crítica el 6 de Noviembre de 2006.