La Comisión Estatal de los Derechos Humanos de Jalisco (CEDHJ), como cualquier ombudsman, existen porque hay gente con poder que cree que puede estar por encima de los otros, sobre todo si éstos son más débiles o están desamparados.

Por eso se entiende la nueva andanada que ha emprendido en contra de la Comisión el Cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez.

La CEDHJ solicitó en días pasados a las autoridades estatales tomar las medidas precautorias necesarias para realizar una investigación sobre supuestos abusos que se podrían estar cometiendo en contra de pacientes atendidos en el Programa de Atención Integral a Personas Inmuno Deprimidas (PAIPID), albergue respaldado por el Arzobispado de Guadalajara, que encabeza el Cardenal.

Según la denuncias que recabó la Comisión algunos pacientes de VIH que han sido atendidos en ese lugar se quejan de haber sido víctimas de maltrato sicológico por los encargados del PAIPID.

A la petición de la Comisión, el Cardenal respondió como acostumbra tratar a todos los que no se someten a sus puntos de vista, con coraje e intolerancia, dándose el lujo de señalar tajantemente que la CEDHJ no sirve para nada y pidió su desaparición.

No es de extrañarse que un hombre acostumbrado al poder como el Cardenal Sandoval pida la desaparición de la CEDHJ. La existencia de contrapesos para que los poderosos no abusen de los débiles molesta por supuesto a los que quisieran vivir en un mundo donde su opinión se impusiera.

La existencia de personajes como el Cardenal Sandoval hacen más obligatoria y necesaria la existencia de la CEDHJ.