Por Jaime Ramírez Yánez

Pretender que la ejecución de Carlos Romo Guízar fue accionada por alguna banda del Narcotráfico equivale a querer ocultar el verdadero móvil que hay detrás de este asunto, porque del análisis de la escena del crimen se desprenden varios factores que no cuadran con los homicidios operados por este tipo de organizaciones delictivas.

En principio las armas utilizadas en esta ocasión fueron dos pistolas 38 súper, mismas que para los sicarios especializados presentan pocas prestaciones, entre ellas, la limitada capacidad del cargador de recibir tiros –siete-, son pesadas, difíciles de ocultar y transportar.

Además las 38 súper tienen el inconveniente que al accionarse producen lo que se conoce como patada, que es un fuerte sacudimiento en el momento de la percusión el cual dificulta la precisión en el disparo.

El segundo dato que no coincide con la forma de ejecución de los narcos es que rara vez asesinan al blanco en el exterior de su domicilio particular, porque usualmente quien sabe que está amenazado implementa mecanismo de seguridad en su entorno de vida cotidiana.

Normalmente el blanco es interceptado en algún punto, lo levantan –secuestran-, lo trasladan y después de ejecutarlo abandonan el cadáver preferentemente en un punto equidistante al lugar de residencia de la víctima.

Dados los antecedentes de Romo Guízar el móvil de su muerte bien podría tener su origen en las relaciones peligrosas que manejaba sobre todo en el segmento de robos a vehículos en donde también se han registrado ejecuciones, sobre todo en agravio de personas que se dedican al intermediarismo, es decir, que se encargan de ser los enlaces entre quien roba un automóvil y quien lo vende.

En este contexto, hay una alta posibilidad que personas cercanas a Romo Guízar pudieron haberse dado cuenta del origen de su muerte, entre ellos, el presidente municipal tonalteca Jorge Vizcarra, quien además de su amigo hace 20 años, era su jefe, compadre y socio en el negocio de venta de vehículos. (Jaime Ramírez Yáñez)