Gilberto Pérez Castillo

Ser gobernante interino o sustituto suele ser una tarea difícil. Sustituir a un gobernante que ya tenía una inercia y un equipo de trabajo no resulta un trabajó cómodo, sobre todo porque el interino o sustituto generalmente no estaba preparado para ejercer el gobierno.

Un buen gobernante interino debe entender, en primer lugar, que debe renunciar a cualquier pretensión de trascender, si realmente quiere servir a la sociedad que le tocará gobernar intempestivamente.

En el caso de los alcaldes, los tres años de una administración resultan insuficientes para generar y aterrizar proyectos y programas de largo alcance. En el caso de un alcalde interino, el margen de maniobra, por ende, se reduce aún más.

Esto lo debería entender el alcalde interino de Tonalá, Salvador González del Toro, si quiere realmente servirles a los tonaltecas.

Por estos días, el alcalde interino intenta meter al gobierno municipal tonalteca a un proceso de supuesta reingeniería y descentralización, cuya preparación tiene prácticamente paralizado al equipo de gobierno.

Además, interesado en imponer su estilo personal al gobierno tonalteca, ha roto acuerdos que había concretado su antecesor Jorge Vizcarra Mayorga con los partidos de oposición representados en el Cabildo y con los propios grupos panistas, poniendo en riesgo los equilibrios políticos que han permitido la gobernabilidad en el gobierno municipal.