Por Julio César Hernández

Entre los priístas no hay duda alguna de que el pasado jueves 18, cuando se dio a conocer la convocatoria para la elección del nuevo dirigente estatal del partido, la vigencia de Javier Alejandro Galván Guerrero como presidente, en los hechos, entraba en descenso.

Hoy por hoy quien tiene las riendas del priísmo jalisciense es el senador Ramiro Hernández García, a quien la inercia priísta de las reglas no escritas le entregó el control y manejo del proceso de elección del presidente estatal, al ser el militante con una mejor posición política a nivel nacional.

Y tan es sí, que en la reunión que los aspirantes a la dirigencia sostuvieron la misma noche del jueves, decidieron que fuera Hernández García el operador para depurar la larga lista de apuntados.

Esta es la razón por la que el centro de operaciones para la elección no es la sede del PRI, en Calzada del Campesino 222, sino la casa de enlace del Senador, ubicada en Lázaro Cárdenas y Arboledas.

Y entre los propios priístas hay el convencimiento de que el Gran Elector terminará siendo Ramiro Hernández, quien tiene al mayor número de aspirantes registrados en teoría.

¡Ah, que priístas! Se niegan a vivir nuevos tiempos y a ejecutar nuevas formas de hacer política.