Julio César Hernández
Lo que le sucedió ayer a Jorge Aristóteles Sandoval Díaz, al ser relegado de la mesa de movilidad, debe de alertarlo para reconocer que el camino que ha recorrido a lo largo de estos primeros once meses de su administración no ha sido el correcto.
Aristóteles debe sentarse a reflexionar -solo, sin asesores que lo mal aconsejen-, y reconocer que durante el trecho recorrido hasta el momento lo único que ha dejado a su paso son errores tras errores -el último, el asunto del arrendamiento de las patrullas- que, por supuesto, traerán consecuencias a la larga.
Independientemente de si él es o no el candidato del PRI a la gubernatura, el que vuelvan a perder la presidencia municipal tapatía en el 2012 será única y exclusivamente su responsabilidad, pues los votos que emitan los ciudadanos se entenderán como una calificación a su desempeño que, hasta el momento, no es el mejor para quien aspira a ser gobernador y quien quiere dejarle pavimentado el camino a su partido.
El peor enemigo de Jorge Aristóteles es Jorge Aristóteles. Nadie más.
Y debe de entender que su “talón de Aquiles” está en su equipo, al que le ha dedicado mucho tiempo para limar las serias asperezas que hay entre varios de sus colaboradores. Pero su error ha sido no dar “el golpe de timón” y relevar  aquellos que no sólo no le han respondido ni ayudado a resolver los problemas, sino que le han generado muchos más.
El día que Aristóteles se decida a hacer una “limpia” entre sus colaboradores, principalmente aquellos que le hablan bonito al oído, diciéndole que él es el mejor priista del mundo y que nadie lo merece; el día que se quite de la mente que su parecido al gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto le dará en automático la candidatura al gobierno; y el día que deje de pensar en el 2012, seguramente que su trabajo será mejor y le dará en lo personal, y a los tapatíos en general, mejores resultados.
Pero mientras siga siendo “rehén” de algunos de sus colaboradores que tanto daño le han hecho y no de ese “golpe de timón” que se espera, sus resultados serán magros y las consecuencias las vivirá más adelante, en sus aspiraciones, y con ellas, arrastrará a su partido a la derrota.
Y si no, al tiempo.